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Copa del Rey

EDITORIAL

La pitada al himno nacional no puede quedar impune

Nada más lógico que expulsar de una competición nacional a dos clubes que la desprestigian, como quedó indignantemente claro en la infame final de 2012.

La Copa del Rey de Fútbol tendrá este año como finalistas al F. C. Barcelona y al Athletic Club de Bilbao, entre cuyos seguidores abundan los maleducados nacionalistas que siempre que tienen la oportunidad aprovechan para dejar claro su odio a España abucheando el Himno Nacional. La presencia de Don Felipe en el palco de autoridades y la retransmisión en directo del encuentro son dos circunstancias que los referidos odiadores suelen utilizar en su provecho con la mayor impunidad. Sirva de reciente y bochornoso ejemplo lo sucedido en 2012, cuando los referidos clubes –que indignamente se prestan a ser utilizados políticamente– se disputaron el mismo título y sus seguidores presentes en el estadio dieron cumplida cuenta de su catadura moral perpetrando una masiva pitada al Himno.

El próximo 30 de mayo se disputará la final de la Copa, y todo hace indicar que volverán a preparar un aquelarre secesionista tan vergonzoso como indigno y ridículo. En previsión de que algo así suceda, y dando por descontado que las directivas nacionalistas y sus aborregadas hordas de odiadores no harán un despliegue de coherencia que les lleve a renunciar a un trofeo que parecen detestar, Vox ha puesto en marcha una iniciativa que reclama a la Federación Española de Fútbol la suspensión del partido en caso de que se afrente a los símbolos de la Nación. Algo así hizo en 2008 el presidente francés, Nicolas Sarkozy, tras los abucheos a La Marsellesa por parte del público en un partido internacional que enfrentaba a Francia con Túnez. Desde entonces no se ha vuelto a producir nada parecido en los estadios del país vecino.

Las autoridades deben tomar ejemplo y poner al Athletic y al Barcelona frente a sus responsabilidades como entidades que propician, cuando no fomentan, el sentimiento antiespañol. Nada más lógico que expulsar de una competición nacional a dos clubes que la desprestigian, como quedó indignantemente claro en la infame final de 2012. Ya está bien de agresiones infames que, para colmo, rinden extraordinarios beneficios de todo tipo a quienes las perpetran y consienten.

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