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EDITORIAL

La Primavera Árabe se cobra su tercera cabeza

El peor escenario posible sería que el conflicto se siguiera enconando, se pasara a una guerra civil abierta y se sentaran las bases para la somalización del territorio, esto es, para que Al Qaeda pudiera campar y desarrollarse a sus anchas.

Hasta la fecha, la nota común que caracterizaba la Primavera Árabe en Túnez y Egipto había sido la no violencia, las revueltas pacíficas contra sus autocracias. Ben Alí y Mubarak habían abandonado el poder no porque fueran derrotados militarmente, sino porque las protestas ciudadanas, a las que no pudieron reprimir con el ejército, los doblegaron.

Por el contrario, en el caso de Ali Abdalá Saleh, el presidente yemení, ha sido la violencia de la facción opositora la que ha forzado su marcha. El pasado viernes, un ataque contra la mezquita presidencial dejó varios muertos y diversos heridos, entre ellos el propio Saleh. Tan deteriorado quedó su estado, que la televisión no se atrevió a emitir imágenes suyas tras el atentado, limitándose a lanzar una alocución presidencial en la que incluso su voz resultaba irreconocible. Así, este domingo a Saleh no le quedó más remedio que aceptar la oferta saudí de ser operado en sus centros hospitalarios: la violencia logró en Yemen lo que, hasta el momento, había conseguido la protesta pacífica en Túnez y Egipto.

Se trata, por desgracia, del enésimo episodio de la guerra civil de baja intensidad entre los diversos líderes tribales de Yemen. A diferencia de las vanguardias intelectuales de Túnez y Egipto, aquí nadie está reclamando más democracia, sino que solamente se persigue establecer unos nuevos equilibrios de poder en la región. Mal haríamos, pues, en preferir a unos sobre los otros, pues todos ellos persiguen sus propios intereses a costa de los del resto.

En este sentido, el peor escenario posible sería que, tras la salida de Saleh, el conflicto se siguiera enconando, se pasara a una guerra civil abierta y se sentaran las bases para la somalización del territorio, esto es, para que Al Qaeda pudiera campar y desarrollarse a sus anchas (la presencia de la organización terrorista ya es actualmente muy destacada dentro del inestable territorio yemení).

De momento, el vicepresidente del país, Abderabu Mansur Hadi, siguiendo el plan de pacificación diseñado por Arabia Saudí, parece haber alcanzado una tregua con el principal jefe tribal opositor, Sadeq al Ahmar, pero los enfrentamiento entre ambos bandos están lejos de haber cesado por entero. De momento, el país se encuentra en una situación de impass que puede evolucionar en cualquier dirección.

Será en las próximas semanas, una vez se hayan clarificado las intenciones de Saleh de regresar al Yemen y el desarrollo de la tregua entre Gobierno y Oposición, cuando se decidirá no sólo el futuro del país y de la zona (no cabe descartar que Arabia Saudí, al igual que sucedió con Bahrein, decida al final intervenir militarmente), sino también de la llamada Primavera Árabe, la cual, tras los casos de Libia, Siria, Bahrein y ahora Yemen, parece definitivamente abocada al conflicto militar abierto.

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