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EDITORIAL

La silla vacía de España en la cumbre europea

Nuestros intereses nacionales todavía están en manos de un notorio incapaz y de una vicepresidenta económica que ha decidido largarse a México en vísperas de una cumbre europea crucial y puede que hasta histórica.

Mariano Rajoy se ha estrenado en la escena internacional con una cumbre del Partido Popular Europeo que ha respaldado su declaración de intenciones para afrontar la crisis. La contención del déficit y una reforma laboral que merezca tal nombre son los platos principales de un programa de Gobierno que es de sobras conocido por los interlocutores europeos de Rajoy. Podría decirse que el ajuste duro que preconiza el PP ya ha sido descontado por los mercados y por los principales actores políticos y económicos. Lo que está por ver es que el futuro Ejecutivo de Rajoy sea capaz de aplicar sin excepciones y con la celeridad requerida las medidas necesarias para reincorporarse al núcleo duro de la Unión Europea, precisamente donde quería estar Zapatero pero a través de un delirante tejido de alianzas con países tan extraños a esa centralidad europea como Turquía o Venezuela.

El apoyo, al menos sobre el papel, de Francia y Alemania parece garantizado para un Rajoy que conoce de sobra la determinación de Sarkozy y el rigor de la canciller Merkel. Son viejos conocidos en calidad de correligionarios. También sabe de sobra Rajoy que las coincidencias ideológicas cotizan mucho menos que los intereses nacionales a la hora de definir las políticas de la Unión y en la toma de decisiones, como es normal en todo el mundo menos aquí. Así que a la buena noticia, más para Rajoy que para España, del cálido recibimiento de la Administración Obama, Merkel, Sarkozy y el amigable Durao Barroso al próximo presidente español debe añadirse la nota negativa de que nuestros intereses nacionales todavía están en manos de un notorio incapaz y de una vicepresidenta económica que ha decidido largarse a México en vísperas de una cumbre europea crucial y puede que hasta histórica.

Conocida, contrastada y sufrida la incompetencia general de los socialistas, no parece muy serio creer que Zapatero se va a limitar a cumplir las instrucciones de Rajoy, o que se pueda ceñir al inequívoco criterio de lealtad a los intereses de España. No hay un solo dato, tras casi ocho años de Gobierno, que avale la hipótesis de que Zapatero será capaz de estar a la altura de las circunstancias en sus últimos días como presidente. Por eso sería conveniente que Rajoy matizara el nivel de representación de Zapatero, a quien galanamente parece haber designado portavoz acreditado de España en la cumbre europea. No habría que olvidar que se trata del mismo individuo, todo un visionario, que llamó "fracasada" a Ángela Merkel.

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