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EDITORIAL

La totalitaria voluntad de destruir la familia

Podemos y Sánchez quieren destruir todo aquello que la gente pueda sentir como más importante que el vínculo impuesto con el Estado.

Si hay algo que han tenido en común todos los regímenes totalitarios del último siglo ha sido la voluntad de socavar y destruir cualquier vínculo que no fuese impuesto desde el poder y, entre ellos, singularmente, los que genera la familia. Tan es así que esa es una de las características definitivas para distinguir una muy condenable dictadura de un estado completamente opresor, que es muchísimo peor.

No puede extrañarnos, por tanto, que la parte más enloquecidamente ideologizada de este Gobierno –el grupo alrededor de Irene Montero– esté poniendo en marcha una Ley de Familias cuyo fin, prácticamente confeso, es destruir a la familia.

Ha sido la secretaria de Estado de Igualdad y contra la violencia de género –la conocida Ángela Rodríguez Pam que saltó a la fama, sobre todo, a partir su papel protagonista en la excursión a Nueva York del grupo dirigente del Ministerio de Igualdad– la que ha dicho que "la familia natural se ha superado por la vía de los hechos" y asegura que en su ley va a tratar como familia a grupos como la gente que convive en una misma vivienda: "A veces se convive entre varios compañeros de piso… Y eso también debe ser reconocido como núcleo familiar", ha dicho, nada más y nada menos que en la sede de la soberanía popular.

Obviamente, nadie en sus cabales puede comparar a unos compañeros de piso con un núcleo familiar, así que está claro el propósito de quién lo hace: destruir una institución natural nacida prácticamente con la humanidad y que no sólo ha demostrado su valía durante milenios, sino que, con las lógicas excepciones, sigue siendo la forma más eficaz de construir un futuro para los menores.

Es cierto que la familia hoy puede ser y en muchos casos es muy distinta a como ha sido tradicionalmente, pero que esos mismos vínculos adopten otras formas no quiere decir que cualquier cosa pueda ser una: si todo lo es nada lo será de verdad. Y es que estamos ante el mecanismo habitual de la izquierda para diluirlo todo: por ejemplo, considerar a cualquiera como "víctima de las violencias" desdibuja el verdadero papel de las víctimas reales que ha tenido nuestra democracia, que han sido las del terrorismo.

Si alguien pensaba que esta izquierda tenía suficiente con ocupar el poder va siendo hora de que entienda que, en su ánimo totalitario y liberticida, a Podemos y Sánchez no les basta con mandar, ni tan siquiera con copar las instituciones: quieren destruir todo aquello que la gente pueda sentir como más importante que el vínculo impuesto con el Estado, con la clase o con los nuevos grupúsculos que cada día se crean para encasillarnos en conceptos más manipulables que simple y sana ciudadanía.

Y la familia será, si les dejamos, su próxima víctima.

En España

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