Menú
EDITORIAL

La UE vuelve a poner en ridículo a los separatistas

El desprecio hacia Puigdemont solo se reserva a visitantes impertinentes que desconocen cuál es su verdadero papel en la escena internacional.

El presidente de la comunidad autónoma catalana ha vuelto a hacer el ridículo, esta vez en Bruselas. El inefable Puigdemont –acompañado de su semejante Romeva, que se cree ministro de Exteriores– se propuso este lunes entrevistarse con el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, en el sempiterno afán de los separatistas por internacionalizar el conflicto, por usar una fórmula muy empleada en su día por ETA y su entorno.

Pero lo que pretendía ser un encuentro al más alto nivel con las autoridades europeas se ha convertido en una peripecia grotesca que ha vuelto a poner a los separatistas en su ridículo sitio.

Puigdemont ha vuelto a hacer de las instituciones regionales catalanas motivo de befa internacional. El asunto podría haber pasado con discreción a los anales de los fracasos diplomáticos de la Generalidad, pero Puigdemont y su semejante Romeva parecen empeñados en exhibirse como lo que son ante todo el mundo. Sin vergüenza, el heredero de Artur Mas ha pretendido que en realidad no pretendía entrevistarse con Juncker y que el día en que lo considere oportuno "conseguirá" tener una reunión con él sin mayores problemas.

Pues bien, la reacción de la oficina del presidente de la Comisión no se hizo esperar: la portavoz de Juncker explicó en rueda de prensa que Puigdemont había solicitado una entrevista oficial a través de los responsables de su cantinflesco servicio diplomático, pero que el presidente de la CE tenía cosas más importantes que hacer y no podía buscarle un hueco en su agenda. Otro tanto ha hecho el presidente del Parlamento comunitario, Martin Schultz, al que Romeva y su equipo han intentado colarle un encuentro con Puigdemont para tener algo con lo que abrir los telediarios de la palafrenera TV3.

El desprecio hacia el estadista Puigdemont ha sido de los que hacen época. Semejante desdén sólo se reserva para visitantes impertinentes que desconocen cuál es su verdadero papel en la escena política, a los cuales hay que poner en su sitio con toda firmeza. A ver si toman nota de una vez Rajoy, su pésimo ministro García Margallo y la vicepresidenta Santamaría, que tan buenas migas hace con los golpistas en la mismísima Moncloa.

Temas

En España

    0
    comentarios