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EDITORIAL

Maduro o la incompetencia corrupta del socialismo bolivariano

El pánico de Maduro por la caída del precio del petróleo, le ha llevado a lanzar esas acusaciones delirantes contra el expresidente español.

La última estridencia insultante del presidente venezolano ha tenido como objetivo al expresidente español José María Aznar, toda una fijación para los totalitarios de Hispanoamérica, al que el prohombre bolivariano acusa de haber asesinado a más de un millón de iraquíes. La ignorancia funcional de Nicolás Maduro le disculpa de conocer que España no envió ni un solo soldado a Irak durante la operación internacional para derrocar a Sadam Husein en 2003, cuando Aznar estaba en La Moncloa. Pero en realidad el detalle carece de importancia, puesto que lo que el referente de la extrema izquierda española pretende es buscar un enemigo exterior al que atribuir los males que él y su política están causando al pueblo venezolano, especialmente tras el desplome progresivo del precio del crudo al que estamos asistiendo en estos últimos meses, más del 40% desde el pasado mes de junio.

Venezuela es, junto con Irán, el país que más está sufriendo los rigores del descenso de los precios del petróleo. La dependencia de las grandes superpotencias del crudo de la OPEP está dejando paso a una autosuficiencia que, en el caso estadounidense, ya es un hecho gracias en gran medida a los nuevos métodos de extracción. Los países productores de crudo ya no tienen en su mano los resortes para influir en la geopolítica mundial alterando el precio del petróleo, ni los dictadores ruinosos como Maduro la posibilidad de disfrazar su incompetencia a base de petrodólares gracias a los ingresos estratosféricos de un mercado limitado. De ahí el pánico del gobernante bolivariano que le ha llevado a lanzar esas acusaciones delirantes contra el expresidente español, un mero aperitivo de lo que va venir en las próximas semanas dado el estado comatoso de las finanzas venezolanas.

El socialismo chavista es el responsable de que uno de los países con mayor riqueza energética tenga a su población pasando todo tipo de privaciones como si se tratara de una nación inhóspita del tercer mundo. El chavismo, no Aznar, ni EEUU, es el responsable de haber destruido la mayor fuente de riqueza del país, cuyo hundimiento comenzó en 1998 con la nacionalización de Pdvsa, la principal productora de petróleo de Venezuela. La compañía tenía 42.000 empleados y producía 3,5 millones de barriles de crudo diario antes de ser intervenida por el Gobierno de Chávez. Hoy tiene 120.000 personas en nómina y apenas produce 2,2 millones de barriles, y eso si hemos de creer las cifras del régimen, cuyos datos sobre producción energética no se actualizan desde hace dos años. Como ejemplo de los resultados de la nacionalización de empresas energéticas que los populistas de extrema izquierda quieren también trasladar aquí, el caso venezolano no tiene precio.

La inmensa corrupción que impera sobre el mercado del crudo venezolano, la incompetencia de los dirigentes bolivarianos para explotar un sector que en manos privadas era de los más eficientes y la dependencia absoluta del país de los ingresos del petróleo, puesto que el Gobierno se ha encargado de arruinar cualquier iniciativa económica privada, hacen que Venezuela necesite hoy en día un petróleo a más de 100 dólares el barril para poder seguir tapando los enormes agujeros provocados por la gestión de estos socialistas del siglo XXI. En estos momentos, el precio del barril se sitúa por debajo de los 60$, con lo que la única incógnita de los expertos es determinar en qué momento del año próximo la economía venezolana entrará en bancarrota.

La situación es tan acuciante que hasta Nicolás Maduro, que ante cualquier dificultad ha respondido siempre aumentando los subsidios a la mayoría popular que le mantiene en el poder, ya ha anunciado un programa de recortes en el gasto público para el año próximo. Está por ver las consecuencias de esta decisión en términos sociales y políticos dentro de Venezuela, un país cuya población apenas sobrevive con las migajas que le destina su clase política corrompida. Ahora bien, de cara al exterior, la devastación que el socialismo chavista está provocando en una nación con grandes riquezas como Venezuela debe servir como advertencia. En nuestro caso, sobre formaciones de ultraizquierda como la organizada por los universitarios de la Complutense, que consideran a esa mezcla de estolidez, totalitarismo y corrupción denominada socialismo bolivariano el epítome de las virtudes democráticas y la eficiencia económica cuyo modelo hay que imitar.

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