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EDITORIAL

Margallo o por qué el PP no es creíble en la cuestión catalana

La deslealtad de las palabras de García-Margallo cuestiona la sinceridad del mensaje del PP catalán de cara a las elecciones del próximo día 27.

La habitual incontinencia verbal del ministro de Exteriores cuando se trata de Cataluña tuvo ayer uno de sus episodios más grotescos con su propuesta de ceder al chantaje separatista o, como dicen los partidarios de esta traición a todos los españoles con siniestra cursilería, "encajar el hecho catalán".

Según García Margallo, las concesiones del Gobierno del que forma parte a los que quieren destruir la Nación no son suficientes. Por eso, el ministro propone una reforma constitucional que reconozca la excepción catalana "en la realidad hispánica" (sic) y la cesión de los principales impuestos estatales, para que la clase política separatista despilfarre aún más que ahora.

Ningún ministro del Gobierno debería actuar con esa deslealtad hacia los intereses generales; pero si hay uno que no puede opinar sobre el problema del separatismo catalán, ese es el responsable de la cartera de Exteriores. Ni siquiera en el caso de que Margallo fuera partidario de defender la unidad de España y la igualdad de todos los españoles debería, por prudencia, pronunciarse sobre el chantaje nacionalista catalán. En tanto que responsable de nuestras relaciones exteriores, sus palabras tienen repercusión en las cancillerías y elevan una cuestión interna española a asunto internacional, para satisfacción de los partidos rupturistas.

Las palabras de García-Margallo, a escasas horas del inicio de la campaña electoral catalana, ponen de manifiesto la escasa credibilidad del Partido Popular cuando plantea un mensaje radicalmente contrario a las tesis separatistas para afrontar esas importantes elecciones. No cabe duda de que el candidato del PPC, Xavier García Albiol, representa esa defensa de la unidad Española y de la igualdad de los españoles, en completa coherencia con su trayectoria política. En cambio, no puede decirse lo mismo del Gobierno de Mariano Rajoy, cuyas concesiones al separatismo y falta de voluntad para hacer frente a este desafío han tenido en las palabras de García-Margallo un colofón de lo más apropiado.

En Moncloa y en la calle Génova han salido a la palestra a descalificar los disparates del ministro de Exteriores, pero sólo verbalmente y obligados por las graves consecuencias que pueden tener entre el electorado del PP en Cataluña. Si Rajoy no toma ninguna medida contra su lenguaraz ministro, los votantes catalanes de su partido estarán autorizados a suponer que su mensaje de firmeza contra el separatismo sólo es una estrategia para tratar de maquillar la pérdida de apoyo vaticinada en todas las encuestas.

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