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EDITORIAL

Moción de censura: razones contra Frankenstein y excusas para auxiliarle

Las denuncias de Abascal y Garriga han sido muy duras, pero ajustadas y proporcionales a la gravísima crisis nacional.

Aunque sólo sirviera para poner de manifiesto, una vez más, la desfachatez de Pedro Sánchez y la naturaleza ultraizquierdista, proetarra y golpista de los partidos que le sostienen en el Gobierno, la moción de censura presentada por Vox ya estaría justificada. Lo primero ha quedado de manifiesto este miércoles no sólo en el ruin manifiesto que el PSOE ha firmado junto a los golpistas catalanes y los proetarras de Bildu en contra del partido de Santiago Abascal y José Antonio Ortega Lara, sino en la propia comparecencia parlamentaria del presidente del Gobierno: incapaz de refutar una sola de las durísimas acusaciones que le han lanzado Abascal e Ignacio Garriga a cuenta de la trágica situación económica, sanitaria, institucional y política de España y de la responsabilidad que en ella tiene el Ejecutivo, Sánchez se ha limitado a acusar a Vox de esparcir “extremismo”, “furia” y “odio”. Como si el extremismo de este Gobierno social-comunista –sin parangón en Occidente– y el odio contra España y el orden constitucional que propagan sus socios –empezando por Bildu, que sigue sin condenar los asesinatos de ETA– no tuvieran que ser denunciados por la oposición con la mayor contundencia, sino sólo comentados con medias tintas, con moderado desagrado o leve distanciamiento, so pena de ser acusada de lo que de hecho es este Gobierno miserabilizador y liberticida.

Lo cierto es que las intervenciones de Abascal –bastante deslavazada y caótica la primera; mucho mejores las de los turnos de réplica– y la de Garriga –muy prometedora y lúcida–, aunque muy duras tanto en la forma como en el fondo, han sido proporcionales a la gravísima situación nacional y a la responsabilidad que en ella tienen el Ejecutivo social-comunista, con su incompetencia y sus pulsiones totalitarias, y sus socios separatistas, con sus funestos delirios identitarios.

No obstante, la moción de censura contra Sánchez no lleva camino de dejar de manifiesto que al Gobierno sólo lo sostienen y refuerzan las formaciones antisistema, radicales y golpistas que le auparon, y que, lógicamente, van a votar, junto con los socialistas, en contra de la misma. Desgraciadamente, todo apunta a que Ciudadanos se va a sumar a la coalición Frankenstein y a votar también 'no', mientras que el diletante PP de Pablo Casado duda todavía entre sumarse a ellos o abstenerse.

Sea como fuere, no es culpa de Vox que esta moción de censura, presentada contra Sánchez, no la hayan liderado Pablo Casado, Inés Arrimadas u otra persona no militante en Vox, PP o Cs, ni que la alternativa programática no haya sido negociada y elaborada con el PP y con Ciudadanos, que seguro podrían haber matizado o cambiado algunas de las aseveraciones o propuestas de Abascal. La culpa es de la acomplejada, confusa e irresponsable negativa tanto del PP como de Ciudadanos a participar o incluso liderar la moción y convertirla en un frente constitucionalista ante la furiosa, odiosa y radical deriva del Partido Socialista. Eso, por no hablar del estupefaciente reproche de Inés Arrimadas a Abascal porque ha dado el paso al frente pese a que la coalición Frankenstein tiene la mayoría en el Congreso: y es que Abascal ha sido consciente en todo momento de esa penosa obviedad... como lo fue Ciudadanos de que su no menos encomiable moción de censura contra el supremacista Quim Torra iba a fracasar en el Parlamento regional de Cataluña por la misma razón.

Hay mociones de censura que no por estar condenadas al fracaso aritmético dejan de ser un deber y un acierto político. Y más aun en estos tiempos en que se restringe el derecho de manifestación. Lo dramático es que sea Vox el único en acometer ese ejercicio de siembra y en apostar por el imprescindible “por mí que no quede”.

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