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EDITORIAL

Mohamed 4, Bush 0

El estado de la diplomacia española bajo Zapatero queda perfectamente reflejado en las cuatro visitas que el presidente del Gobierno ha hecho a nuestro vecino del sur y la ausencia total de relaciones con su homólogo estadounidense.

El estado de la diplomacia española bajo Zapatero queda perfectamente reflejado en las cuatro visitas que el presidente del Gobierno ha hecho a nuestro vecino del sur y la ausencia total de relaciones con su homólogo estadounidense. Los socialistas pretenden dar la impresión de que se guían por principios en las relaciones exteriores y se dedican a condenar al presidente norteamericano por dejar a un lado a la ONU, pero su cortesana actitud con el rey de Marruecos demuestra que sólo los emplean como coartada.

El comendador de los creyentes es el jefe de Estado de una dictadura y al mismo tiempo la máxima autoridad religiosa de los musulmanes, lo cual no quita para que Zapatero le rinda pleitesía con notable regularidad. Algo que no tendría nada de extraño en un país que pusiera sus propios intereses como el norte de su política exterior, pero que debería producir un poco de rubor en las mejillas del presidente y sus corifeos cuando hablan de principios en esta materia.

La visita, definida como de cortesía tras la victoria electoral de Zapatero, nos ha dejado varias cosas. La que más ha saltado a la vista ha sido la imagen de una veintena de banderas marroquíes acompañadas de una única y minúscula enseña española para recibir al presidente de nuestro Gobierno. Una fotografía que representa perfectamente quién lleva los mandos de la relación entre los dos países.

Hay que recordar que esta visita se produce meses después del enojo marroquí por la visita de los Reyes a Ceuta y Melilla, un viaje que nuestros monarcas habían pospuesto demasiado tiempo. Aquella crisis diplomática, que incluyó la retirada del embajador marroquí, terminó merced a una misteriosa carta de Zapatero a Mohamed VI, cuyo contenido no se ha desvelado, pero que nos hace temer lo peor, especialmente cuando el "diálogo fructífero" entre los dos países incluye la reivindicación del "derecho" marroquí a "recuperar" unas ciudades que jamás han pertenecido al reino alauita

Por lo demás, resulta cuando menos sorprendente la caradura de un gobernante que se niega a defender el idioma común de su país dentro de sus fronteras pero que, cuando hace una visita a una nación vecina, anuncia sus esfuerzos por fomentarla allí, incrementando el número de centros del Instituto Cervantes. Días después de haberse burlado en el congreso de su partido del manifiesto que pide que los poderes públicos respeten la libertad individual de emplear la lengua de todos los españoles, Zapatero declara su intención de que los marroquíes puedan encontrar más escuelas donde aprender "nuestra lengua". No estaría de más que abriera alguna, aunque fuera una sola, en Barcelona.

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