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EDITORIAL

No a la guerra con Bush, sí con Obama

En esta España en que nada es bueno ni malo en sí mismo, sino aceptable por ser de izquierdas e inaceptable por provenir de la derecha, el levantamiento por la guerra de Irak no fue más que un gigantesco ejercicio de hipocresía colectiva.

Libertad Digital fue uno de los pocos medios que defendió el apoyo dado por el Gobierno de España a la invasión de Irak, con el objetivo de derribar a Sadam Husein e intentar implantar una democracia en la región. Por tanto, que nuestro país vuelva a enviar efectivos a Irak no nos parece una mala noticia. Colaborar en la reconstrucción de Irak y entrenar a sus fuerzas policiales nos parece una misión digna del riesgo, cada vez menor, que pueden correr los guardias civiles en el empeño.

Pero claro, este es el Gobierno de "No a la guerra", el que llegó al poder en aquellos tres días de marzo en que cargaron sobre los hombros del PP la responsabilidad del 11-M, un atentado que muchos votantes creyeron que era una respuesta a la guerra de Irak al depositar su voto por Zapatero en las urnas. Tan arraigada quedó aquella convicción que los socialistas, aunque cada vez con menor intensidad, nunca han dejado de utilizarla como argumento con el que zaherir a los populares, quienes en muchos casos han asumido su culpa como si fuera real. La última, la semana pasada, como forma de librarse de las críticas por su apoyo a la dictadura cubana.

No se puede declarar que en Irak hay una guerra, y que ésta es ilegal, ilegítima e injusta y todos los adjetivos que comiencen por i y que se les puedan ocurrir, mientras se envía en secreto al país a un grupo de guardias civiles para preparar un despliegue más amplio. Que el Gobierno pretendía que no se supiera ha quedado claro, tanto por la sorpresa del segundo de Rubalcaba cuando Cosidó le ha preguntado por ello como por el hecho, denunciado por la Unión de Oficiales de la Guardia Civil, de que tampoco dentro del cuerpo se habían enterado de nada, cuando lo habitual es que este tipo de convocatorias se publiciten.

Durante estos seis años, que un uniformado español pisara Irak suponía el mayor de los pecados posibles. Aznar merecía el fuego eterno del infierno laico por haber cometido semejante temeridad. Hasta han intentado convencernos de que lo de Afganistán no era una guerra mientras lo de Irak sí, cuando lo cierto es que en estos momentos las condiciones en el primero son bastante peores.

Ahora, en cambio, prácticamente nadie ha informado de los planes del Gobierno. Los artistas de la ceja están demasiado ocupados haciendo como que defienden a Garzón para hacer como que les preocupa el bienestar de los iraquíes o, ya puestos, los afganos. Quienes consideraron culpable al Gobierno de Aznar por el 11-M, ¿pensarán ahora lo mismo de Zapatero si sucede lo peor?

No parece el caso. Como en tantas otras cosas en esta España en que nada es bueno ni malo en sí mismo, sino aceptable por ser de izquierdas e inaceptable por provenir de la derecha, el levantamiento por la guerra de Irak no fue más que un gigantesco ejercicio de hipocresía colectiva. Y no sólo del PSOE o el famoseo progre, sino también y muy especialmente de los ciudadanos que entonces se manifestaron y no han vuelto a preocuparse de qué sucede en Irak. Aquellos que cogieron aquella bandera porque estaba de moda y les hacía sentirse bien consigo mismos, pacíficos, solidarios. Aquellos a quienes jamás preocupó qué vida les esperaba a los iraquíes entonces ni qué tienen hoy día por delante.

Nosotros, que siempre apoyamos que se destruyera aquel régimen infecto de Sadam, podemos ahora defender sin sonrojo que se envíen guardias civiles a ayudar a formar a las fuerzas de seguridad iraquíes. Otros, en cambio, deberían empezar ya a pedir perdón por todo lo que han dicho y hecho durante estos seis años y no parar hasta que los echen del Gobierno.

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