Las elecciones generales celebradas este pasado domingo han otorgado una mayoría incontestable al Partido Popular, mientras el partido en el Gobierno se ha desplomado con una pérdida de casi sesenta escaños en el Congreso de los Diputados, situándose en su nivel de aceptación popular más bajo de toda la democracia. El PP ha superado en diez escaños la media matemática del hemiciclo y es, por tanto, el partido llamado a formar gobierno sin necesidad de activar la pesada maquinaria de las alianzas políticas exigibles cuando ningún partido ha obtenido mayoría absoluta.
En condiciones normales los procedimientos constitucionales previstos para el recambio de gobierno podrían consumirse sin mayores contratiempos para el país. Sin embargo, la situación económica de España es tan comprometida que cualquier dilación en la transmisión de poder sería una irresponsabilidad con graves consecuencias que acabaríamos pagando todos los ciudadanos.
Este razonamiento elemental no parece haber hecho mella en el gobierno socialista, dispuesto a consumir unos plazos reglamentarios innecesarios dado el resultado electoral cosechado este domingo. La comparecencia en la noche electoral del portavoz del ejecutivo, personaje por otra parte ya amortizado para la política dado su complicado horizonte judicial, no pudo ser más descorazonadora para un país que necesita imperiosamente un gobierno fuerte, legitimado por las urnas para enfrentarse a los retos inmediatos de una situación económica de tintes cercanos a la catástrofe.
Así las cosas poco puede hacer Mariano Rajoy, más que solicitar formalmente un traspaso urgente de poder a través de la puesta en marcha de mecanismos de gestión compartida, por los que el ejecutivo en funciones actúe siguiendo las indicaciones del equipo entrante. La decisión, no obstante, es del Gobierno saliente del PSOE, al que cabe exigir un gesto de responsabilidad para no agravar aún más la situación provocada al país entero con su ruinosa gestión. Aunque sean refractarios al concepto y lo que significa, los socialistas deberían actuar en esta ocasión con patriotismo. Sabemos que es mucho pedir a personajes como Zapatero y el resto de sus colaboradores inmediatos, pero esta es la última oportunidad que van a tener para hacer algo provechoso por nuestro país. Los españoles aguardamos su decisión.