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EDITORIAL

PP: la convención intranscendente

Ese Casado que añora Cayetana Álvarez de Toledo es necesario para el PP y para una España que no puede permitirse dos años más de social-comunismo.

La noticia más llamativa de los tres días que ya han transcurrido de la Convención Nacional del Partido Popular ha sido que Nicolas Sarkozy ha sido condenado por financiación ilegal menos de 24 horas después de haber compartido escenario con Pablo Casado. Sin duda, es una de las operaciones de marketing político más torpes que se recuerdan.

No obstante, aunque haber invitado a un Sarkozy sobre el que estaba a punto de pronunciarse un tribunal es un error bastante obvio, ese no ha sido el principal traspié de un evento que no está siendo sino un intento poco lucido de reafirmar un liderazgo que sólo parece cuestionar... el propio Pablo Casado, comido por los complejos que lastran al PP cuando se pone a ser la derecha sin remedio.

En la política actual, el liderazgo no se demuestra haciéndose uno acompañar de las viejas glorias de su propio partido, algunas tan tóxicas como Mariano Rajoy, gran culpable de que Pedro Sánchez esté en la Moncloa y formidable destructor del centro-derecha nacional. El apoyo de Rajoy o de José María Aznar no aporta nada, por estar más que descontado y porque ya hace mucho que no son líderes influyentes en España, ni siquiera entre el centro-derecha, especialmente en el caso de quien se dejó sustituir por un bolso en un momento crítico para la Nación.

Actualmente, con otras formaciones disputando al menos una parte del electorado al PP, para asentar el liderazgo de un partido como el de Casado hay que ofrecer ideas nuevas y poderosas, coraje, un análisis claro de los problemas y, muy especialmente, planes lo más concretos posible para darle la vuelta a una situación nacional que cada día es peor.

Nada de eso se está viendo en la Convención; lógico, cuando los mejores talentos del partido están o bien condenados al ostracismo –Cayetana Álvarez de Toledo– o bien se ven perseguidos por la dirección de Génova y prácticamente obligados a una suerte de exilio o, al menos, a vivir permanentemente a la contra –Isabel Díaz Ayuso–.

Si Casado quiere afirmarse como el líder de su partido y del centro-derecha, lo tiene bastante fácil: tal y cómo decía Álvarez de Toledo este jueves en Es la Mañana de Federico, le bastaría con ser el que fue; el que transmitía mensajes claros y valientes, el que se enfrentaba al separatismo y a la izquierda, el que estaba dispuesto a librar la guerra cultural. En suma: el que propuso una alternativa liberal que le hizo ganar un congreso contra el aparato del partido y la entonces todopoderosa Soraya Sáenz de Santamaría.

Ese Casado es necesario para el PP y para una España que no puede permitirse dos años más de social-comunismo.

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