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EDITORIAL

PSOE bueno, PP malo

Estamos asistiendo a la preparación del próximo golpe de efecto del PSOE, el enésimo bálsamo de Fierabrás que sólo contribuirá a añadir más rigideces y más cargas fiscales a nuestras maltrechas empresas y familias: la Ley de Economía Sostenible.

Hace tiempo que en nuestro país la izquierda ha abandonado cualquier ideología –mala ideología, dicho sea de paso– para plegarse a las exigencias de la propaganda. El mensaje de fondo desapareció en beneficio del marketing. Así, tanto da decir que bajar impuestos es de izquierdas, como que subirlos en tiempo de crisis representa el culmen del progresismo. Lo importante, lo determinante es aparentar y adaptarse a los tiempos para tomar el poder y perpetuarse en él. La falta de ideales se compensa con la presencia de las ambiciones políticas: el deseo de erigirse sobre el resto de individuos y poder manejar, si se tercia, sus vidas y haciendas.

La ausencia de un completo programa económico con el que hacer frente a la crisis económica que padecemos ha sido una constante desde que Zapatero alcanzó La Moncloa. Ni intentó frenar a tiempo la burbuja inmobiliaria –sino que más bien se lucró con ella en términos electorales y fiscales– ni, una vez pinchada, supo combatirla de otra forma que no fuera negando la realidad. El PSOE fue capaz de llegar a la campaña electoral de 2008 prometiendo el pleno empleo cuando nos encontrábamos a las puertas de la mayor destrucción de empleo que ha conocido nuestro país: la realidad no importaba, el eslogan sí.

La estrategia no ha dejado de repetirse desde entonces. En el último año, se nos ha vendido con pompa un Plan E que para lo único que racionalmente podía servir era para despilfarrar unos recursos cada vez más escasos a la vista de la negativa evolución de nuestra economía.

La ausencia de resultados –es más, la catástrofe de los resultados– no ha provocado, sin embargo, una mínima rectificación entre las filas socialistas: su voracidad por mantenerse a cualquier precio en el poder, aun a costa de arruinar a nuestra economía, supera cualquiera sentido de responsabilidad y compasión social. De ahí que desde ayer estemos asistiendo a la preparación del próximo golpe de efecto del PSOE, el enésimo bálsamo de Fierabrás que sólo contribuirá a añadir más rigideces y más cargas fiscales a nuestras maltrechas empresas y familias: la Ley de Economía Sostenible.

Así, el sábado los socialistas lanzaron un video en el que reprodujeron su maniqueo mensaje de que el progresista es aquel que "transforma" la sociedad y el conservador quien reacciona ante el cambio. Siguiendo está simplona regla de tres, la Ley de Economía Sostenible, que sin duda pretende restringir la libertad de actuación de nuestros ciudadanos y someterlos al ordeno y mando verde de nuestros políticos, era un ejemplo de progresismo al que sólo los estamentos más involucionados podían oponerse.

Y, siguiendo esta línea, el domingo Zapatero prometió en el mitin de Madrid el advenimiento de una nueva época con la aprobación de semejante normativa. Mucha música y alfombras rojas para vender una nadería política que al igual que todas sus anteriores propuestas, como poco será irrelevante y más bien perjudicará nuestras expectativas de recuperación.

El discurso triunfalista no es nuevo. Ya se adoptó en las generales de 2004, cuando el entonces candidato Rodríguez, asesorado por el hoy ministro de Industria Miguel Sebastián, prometió poner fin al modelo de ladrillo en el que se basaba la economía española e impulsar la mejora de la productividad mediante la inversión en I+D. Durante la primera legislatura de los socialistas, sin embargo, la burbuja inmobiliaria alcanzó sus máximas proporciones (en 2006 España construyó más viviendas que Alemania, Francia y Reino Unido juntos) y la inversión en I+D siguió siendo prácticamente anecdótica. ¿Alguna mejora? No, sólo varios miles de millones de euros que se fueron por el desagüe de nuestra historia.

Hoy repetimos experiencia, pero con un agravante. El discurso propagandístico del PSOE se ha impregnado de los espíritus de su tiempo, esto es, del intervencionismo más radical del Estado en la economía aprovechando la crisis y las tergiversaciones ecologistas. Argumentos de peso suficientes para que, al contrario de lo que pronostica Zapatero, no comencemos a avistar la recuperación, sino para bloquear definitivamente su paso. Eso sí, entre luces, cámaras, discursos altisonantes y ese falaz discurso que reduce la realidad política y económica a un infantil lenguaje binario: PSOE bueno, PP malo.

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