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EDITORIAL

Que el horror dé paso a la solidaridad

Numerosas ONGs, como Cáritas, Médicos sin Fronteras o Cruz Roja Española, ya han abierto cuentas bancarias para canalizar la ayuda. Sirva, pues, este editorial también para que ni el horror ni la distancia paralicen la solidaridad de cada uno de nosotros.

El primer ministro de Haití, Jean-Max Bellerive, ha confirmado los peores pronósticos: la cifra de victimas del terremoto de magnitud 7,3 en la escala de Richter que sacudía este país caribeño el martes por la noche puede superar los cien mil muertos. Se trata, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, del mayor terremoto que ha padecido esta zona en los dos últimos siglos.

El terremoto no sólo ha dejado centenares de cadáveres apilados en calles y carreteras sino que también ha derrumbado decenas de edificios, entre ellos el palacio presidencial y viviendas humildes, con una empobrecida nación caribeña que pide ayuda urgente a la comunidad internacional. Lo peor se encuentra en la capital, Puerto Príncipe, epicentro del terremoto, y en donde las dantescas escenas del caos en sus calles se mezclaban con personas que deambulaban gritando y llorando entre pilas de escombros.

Téngase en cuenta que el seísmo se ha producido en un país ya de por sí sacudido por la miseria, la corrupción, los vaivenes políticos y la violencia. Por suerte, la comunidad internacional ya ha comenzado a movilizarse ante el horror. Especialmente significativas son las muestras de solidaridad que se están dando en los Estados Unidos, donde además de diferentes organizaciones civiles, el departamento de Defensa prepara el envío de marines para llevar a cabo operaciones de rescate y para minimizar la violencia que puede desatar el caos; todo lo cual demuestra, una vez más, que una sociedad asentada sobre los principios individualistas puede ser tan o más solidaria que las restantes.

Esperemos que Europa, en general, y España, en particular, estén también a la altura de las circunstancias y ayuden a este país desolado. A este respecto hay que señalar la enorme responsabilidad que va a tener nuestro Gobierno de cara a coordinar la ayuda europea, dado que nuestro país ocupa la presidencia de turno de la UE. El ministro Moratinos, que todavía no ha podido descartar que haya españoles entre las victimas mortales, ha contactado con la Alta Representante para la Política Exterior de la UE, la británica Catherine Asthon, para coordinar las actuaciones de los Veintisiete y las medidas que se van a adoptar –según ha dicho– una vez que se sepan con más detalles los daños humanos y materiales causados por el seísmo. Con todo, esa información detallada ni es necesaria para saber que los daños son gigantescos, ni debe ser excusa para retrasar la ayuda. Esperemos, pues, que el Ejecutivo español, como primera medida, cumpla con su compromiso de enviar un avión con ayuda humanitaria "en las próximas horas".

En cualquier caso, y al margen de las gestiones que le son exigibles al Gobierno, somos los españoles, cada uno de nosotros, los que debemos ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Numerosas ONGs, como Cáritas, Médicos sin Fronteras o Cruz Roja Española, ya han abierto cuentas bancarias para canalizar la ayuda. Sirva, pues, este editorial también para que ni el horror ni la distancia paralicen la solidaridad de cada uno de nosotros.

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