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EDITORIAL

Quien cuestiona al Rey no es Ayuso sino Sánchez, junto con sus socios

El Rey, como deja claro la propia Ayuso, "no es cómplice de nada"; la humillación que suponen los indultos a los golpistas sólo es culpa del Gobierno.

En una Monarquía parlamentaria, el Rey reina pero no gobierna. El hecho de que tenga la obligación de refrendar como Jefe del Estado las decisiones del Gobierno con las que no están de acuerdo los partidos de la oposición no ha hecho ni hará al monarca "cómplice" de ninguna de ellas, con independencia de cuáles sean y del color político que tenga el Ejecutivo en cada momento.

Dicho esto, resulta surrealista que se tergiversen las no muy precisas declaraciones iniciales de la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, respecto al Rey y los indultos a los golpistas del 1-O, hasta el extremo de presentarlas poco menos que como una humillación o un desafío al papel constitucional que tiene encomendado Felipe VI. Y es que, al margen de que el Rey, como bien ha dejado claro la propia Ayuso, "no es cómplice de nada", la humillación para los españoles que implican los indultos a los golpistas del 1-O la inflige única y exclusivamente el Gobierno. Eso, por no hablar de los continuos desplantes que hacen a Felipe VI los socios separatistas y comunistas de Pedro Sánchez.

Recientísimo ejemplo de ello es el impresentable plantón que el presidente de la Generalidad, Pere Aragonés, ha dado este martes al Rey al no acudir a una cena organizada por el Círculo de Economía. Ese desplante, al que se han sumado el vicepresidente Jordi Puigneró y el consejero de Economía, Jaume Giró, junto al previsto viaje de Aragonés a Warterloo para visitar al golpista y autoproclamado "presidente de la Republica catalana en el exilio", Carles Puigdemont, evidencian hasta qué punto sigue comprometido el Gobierno regional de Cataluña con el proceso separatista iniciado por Artur Mas en 2012.

También queda en evidencia hasta qué punto es injusta, humillante y temeraria la concesión de indultos a quienes no tienen el menor propósito de enmienda. Una humillación para todos los españoles, empezando por quien ciñe la Corona como símbolo de la unidad y permanencia de la Nación.

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