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EDITORIAL

Quince años después, de nuevo el debate

Es probable que el recuerdo de 1993 esté presente en ambos partidos y los dos candidatos reserven sus mejores bazas para el segundo debate. Será bueno recordarlo si el resultado decepciona.

No sorprenderá a nadie que lleve leyendo este diario desde hace tiempo que para nosotros suponga una alegría la celebración del primer debate entre Rajoy y Zapatero. Nunca aprobamos que durante la pasada campaña no se celebraran y no habríamos entendido que por la negativa a debatir en Televisión Española tampoco en esta ocasión hubieran tenido lugar. Nuestro aplauso y felicitación por ello, por más que la elección de moderadores y temas parezca haberse hecho exclusivamente en Ferraz.

A estas alturas resulta del todo inútil aconsejar en nada a Rajoy ante la primera de las dos mayores pruebas de fuego que deberá afrontar para alcanzar la presidencia, pues ya debe tener todo decidido y ensayado, y si no fuera así de poco servirá ya lo que se le pueda decir. Este debate lo verán muchas personas que se informan de la política poco y mal, es decir, a través de la televisión, y que dada la abrumadora mayoría de la que dispone la izquierda en este medio probablemente desconozcan casi todas las hazañas perpetradas por Zapatero en esta legislatura, tan cuidadosamente silenciadas han sido. Es una buena ocasión para sacarlas a pasear.

Zapatero procurará vender supuestos derechos como el del matrimonio homosexual para intentar dejar en la retina de los espectadores la imagen del Rajoy rancio que las televisiones ya se han encargado de venderles durante los últimos cuatro años. No debería esquivar esos temas espinosos, sino explicarlos para hacer ver incluso a los contrarios a sus ideas que éstas son eso, ideas, y no inexistentes fobias. Puede que hasta intente sacar, pese a que ya no le interesen a nadie, temas como los de la guerra de Irak o el Prestige; sería buen momento para hablar de los crecientes éxitos en el país árabe, logrados pese a la huída de Zapatero, o los múltiples desastres naturales acontecidos durante la presidencia del socialista, con consecuencias ecológicas mucho más graves y, en algunos casos, con víctimas.

Por otro lado, será la mejor tribuna para exponer aquellas promesas electorales que más apoyo pueden recibir de la población española, incluso la de izquierdas, como el contrato de integración o el endurecimiento penal para luchar contra la delincuencia; aquellas, en definitiva, que unen a la sociedad española frente a las tesis de la progresía.

No obstante, es probable que el recuerdo de 1993 esté presente en ambos partidos y los dos candidatos reserven sus mejores bazas para el segundo debate. Será bueno recordarlo si el resultado decepciona.

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