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EDITORIAL

Rusia se mueve contra la dictadura de Putin

En Rusia se ha instalado una seudodemocracia controlada por Putin, que no está dispuesto a entregar el poder, aunque para ello tenga que recurrir a la extorsión de los medios de comunicación libres o a la reclusión de los opositores en Siberia.

Las recientes elecciones legislativas rusas se han saldado con una victoria, pero sin mayoría absoluta, del partido oficialista de Putin y Medvedev, Rusia Unida, entre fuertes sospechas de pucherazo, reforzadas por hechos tan anómalos como que en Chechenia los ciudadanos votaran casi en su totalidad por el partido de los dirigentes políticos contra los que hicieron una guerra.

Es lo que sostienen las decenas de miles de manifestantes que, a pesar de la amenaza de un Gobierno implacable con los que se rebelan a sus dictados, están saliendo a las calles para exigir la celebración de unos comicios libres que garanticen la adecuada representación de la voluntad popular. De la misma opinión es la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, que de forma gallarda ha preferido no callar ante el desafuero de una operación montada desde el Gobierno ruso para perpetuar en el poder al dúo autoritario Putin–Medvedev.

El exoficial de la KGB y su fiel escudero han decidido intercambiar los roles periódicamente para seguir manejando el destino de una de las principales potencias del planeta. Ya lo hicieron hace cinco años, y todo parece indicar que volverán a hacerlo en las elecciones presidenciales del próximo mes de marzo, a las que con toda seguridad Putin se presentará.

En Rusia se ha instalado una seudodemocracia controlada por los hombres de Putin, que no está dispuesto a entregar el poder, aunque para ello tenga que recurrir a la extorsión de los medios de comunicación libres o a la reclusión de los opositores en Siberia, recordando seguramente los tiempos en que sirvió al Estado totalitario soviético, que utilizaba esos mismos métodos contra su pueblo.

Tan sólo la presencia pacífica en la escena pública de los ciudadanos que aspiran a vivir con un mínimo de libertad en su patria y el apoyo a esas legítimas aspiraciones del resto de países e instituciones internacionales podrá impedir que Putin consume su proyecto de convertir a Rusia en una dictadura en la que los derechos y libertades sean una mera entelequia. Estados Unidos ya ha mostrado de qué lado está. ¿Lo hará algún día la Unión Europea?

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