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EDITORIAL

Sainete presidencial en Bolivia

A imagen y semejanza de su admirado Hugo Chávez en Venezuela, el primer presidente indígena de Bolivia se ha ido dotando durante todo este tiempo de la estructura legal que le permita perpetuarse en el poder.

La última farsa política en Bolivia la ha protagonizado, una vez más, su presidente Evo Morales, líder del Movimiento al Socialismo (MAS) que gobierna en aquel país desde hace tres años. A estas alturas para nadie es un secreto que la voluntad de permanecer en el cargo de Morales es inquebrantable. A imagen y semejanza de su admirado Hugo Chávez en Venezuela, el primer presidente indígena de Bolivia se ha ido dotando durante todo este tiempo de la estructura legal que le permita perpetuarse en el poder.

Tan sólo le falta cambiar la ley electoral para que pueda ser reelegido eternamente unos comicios tras otros; al chavista modo, se entiende. Y esto no es una opinión más o menos informada sobre lo que ocurre en Bolivia, sino el deseo del propio Morales, que en más de una ocasión ha declarado públicamente su intención de haber llegado al poder para quedarse "toda la vida" en él.

Los planes de Morales, que son, por descontado, ilegítimos y antidemocráticos, han chocado dramáticamente con lo que queda de la democracia boliviana. El Congreso se niega de entrada a regalar a Morales un salvoconducto que le otorgue una estancia indefinida en el Palacio Quemado, sede de la presidencia boliviana. De ahí que, a la desesperada y grotescamente, haya decidido Morales –que, no lo olvidemos, es jefe de Estado de una nación soberana–, declararse en huelga de hambre para que el Parlamento se pliegue a sus designios. Lo haga o no es una cuestión que dependerá de los diputados bolivianos, puestos ahora en una tesitura histórica que puede tener severas consecuencias en un futuro más cercano de lo que parece.

El modelo venezolano de cómo se monta una dictadura desde las urnas es tan reciente en el tiempo que no pueden sino causar preocupación unas maniobras como las de Morales. Y más cuando su Gobierno tiene el apoyo explícito de la tiranía castrista, que no escatima avales y cortesías con Morales, convertido de la noche a la mañana en el segundo hijo bastardo que le ha salido a la revolución cubana en su infame senectud.

Pero con Morales no sólo peligra la libertad de los bolivianos. A la Unión Europea el Gobierno del MAS le ha costado la expropiación de Repsol, que se produjo hace menos de un año, junto a otras tres petroleras internacionales y una compañía telefónica vinculada a Telecom Italia. Es un proceso calcado al que se siguió en Cuba hace 50 años y que Chávez tiene ya muy avanzado en Venezuela.

El sainete burlesco que, de manos del presidente, acaba de representarse en La Paz no debe ocultar lo verdaderamente importante. Evo Morales es una amenaza para la libertad y para la democracia en Bolivia, y como tal debe ser tratado. Tiene madera de autócrata y su proyecto es sospechosamente parecido al de cualquier dictadura socialista. Pueden engañarse si así lo desean en Madrid o en Bruselas, pero eso no cambiará lo esencial sobre un régimen odioso que está tomando forma en estos momentos a la vista de todo el mundo.

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