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EDITORIAL

Salvavidas del chavismo

Junto con su semejante Zapatero, Sánchez no se conforma con ser una maldición para España, también quiere serlo para la democracia venezolana. Cuánta infamia.

Como por desgracia era bastante concebible, la UE se ha negado a reconocer a Juan Guaidó como el presidente legítimo de Venezuela. En su lugar, ha preferido exigir al tirano Nicolás Maduro la convocatoria de nuevas elecciones en el plazo de ocho días.

El inmoral apaciguamiento de la UE para con el sanguinario régimen bolivariano es tanto más absurdo cuanto que, en consonancia con las democracias iberoamericanas, denunció el pucherazo perpetrado por Maduro en mayo del año pasado para seguir detentando un poder que jamás ha ostentado: Maduro siempre ha sido un gobernante ilegítimo, como saben perfectamente en Bruselas.

La UE comete un error imperdonable al arrojar al criminal Maduro un salvavidas en forma de convocatoria electoral. Además, deliberadamente ha optado por no secundar a las democracias iberoamericanas, que de forma prácticamente unánime han apoyado a un Guaidó que es quien debe convocar a los venezolanos a las urnas, en vez del grotesco payaso que los está tiranizando y matando de hambre.

Para que el cambio se sustancie, es imprescindible expulsar del poder a Nicolás Maduro y acabar de una vez con el hipercorrupto y criminal narcorrégimen chavista, que ha sumido en el terror y la miseria al pueblo venezolano.

Mención aparte merece Pedro Sánchez, ominoso títere de los bolivarianos españoles que le colocaron en la Moncloa. Por razones clamorosamente obvias, España debería haber comandado una campaña europea en pro de los demócratas venezolanos y contra quienes los asesinan. Pero no, Sánchez ha optado por una contemporización que sólo puede beneficiar a Maduro y su gang mafioso, que tiene en el patético José Luis Rodríguez Zapatero su mayor vocero internacional, lo que ha hecho que el expresidente del Gobierno sea objeto de merecido desprecio no sólo en Venezuela sino en buena parte de las cancillerías hispanoamericanas.

Junto con su semejante Zapatero, Sánchez no se conforma con ser una maldición para España, también quiere serlo para la democracia venezolana. Cuánta infamia.

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