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EDITORIAL

Sánchez-Camacho: ni antes ni ahora

Si antes no querían ir con el PP ni a cobrar, ahora tampoco. De nada ha servido el enésimo giro al centro y la voluntad declarada de acercarse al nacionalismo, por muy montaraz y antiespañol que éste sea

Después de un congreso regional movido, con abucheos y hasta cuatro candidatos en liza, el aparato de la calle Génova decidió intervenir personalmente en Cataluña poniendo a dedo a Alicia Sánchez-Camacho, diputada ambiciosa, fiel a Rajoy y, sobre todo, afín al nuevo planteamiento estratégico de la dirección salida del congreso de Valencia. En Cataluña este planteamiento pasa por no hacer demasiado ruido y entenderse con el nacionalismo hegemónico suplicando, de paso, el perdón por "pecados" del pasado como, por ejemplo, haberse opuesto con firmeza al Estatuto hace tres años.

Hasta aquí todo perfecto. Faltaba sólo ver cuál sería el recibimiento que los catalanistas de pura cepa iban a dispensar a los arrepentidos de Sánchez Camacho. Ya lo sabemos. Si antes no querían ir con el PP ni a cobrar, ahora tampoco. De nada ha servido el enésimo giro al centro y la voluntad declarada de acercarse al nacionalismo, por muy montaraz y antiespañol que éste sea. Sánchez Camacho, que la pasada semana se negó a firmar el Manifiesto por la Lengua Común haciendo un guiño explícito a Convergencia i Unió, puede ir recogiendo el primer y amarguísimo fruto de su espíritu dialogante con aquellos que por no querer no quieren ni sentarse en su misma mesa.

A estas alturas, y habiéndose dedicado tantos años a la política en Cataluña, Sánchez-Camacho debería saber que, para el nacionalismo, su partido es, como mucho, tolerado a desgana, pero que no forma ni formará parte de la gran familia política catalana, la única, la que comulga con la doctrina máxima de la tribu. Para el nacionalismo el PP es un cuerpo extraño condenado al aislamiento y que sólo puede soportarse si es sumiso y no da demasiado la lata. Los años de Piqué al frente del PPC deberían haber servido de lección de cuál es la única estrategia que el PP no puede permitirse en Cataluña. A la vista está que no ha sido así. Ahora que, quien proceda, asuma las consecuencias.

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