El nuevo secretario general del PSM, Tomás González, ha desvelado, tanto en un artículo publicado en Expansión como en su entrevista con Esperanza Aguirre, una sorprendente seña de identidad del llamado "nuevo socialismo madrileño" como es la de abogar por la supresión del Impuesto sobre el Patrimonio.
Vaya por delante que eso de suprimir un impuesto tan injusto y gravoso para la inversión y el ahorro como el que nos ocupa, y que ya ha sido erradicado en la inmensa mayoría de los países de la UE, no tiene nada de novedoso, ni de socialista ni de madrileño. Sin embargo, resulta una buena noticia que dirigentes socialistas hagan suya lo que hasta ahora era una reivindicación del Partido Popular, en general, y del madrileño, muy en particular.
El discurso y el artículo del nuevo secretario general de los socialistas madrileños contrasta, ciertamente, con el rechazo que, ante la supresión o rebaja de impuestos, siempre manifestó su antecesor en el cargo, Rafael Simancas, con la falsa y manida excusa de que sólo favorecía a los ricos. Y, desde luego, nos retrotrae a esa sentencia de que "bajar los impuestos es de izquierdas", que Zapatero proclamara en la oposición y olvidara en el gobierno.
Con todo, y aunque los socialistas hayan evidenciado tanto sus discrepancias en materia económica como su renuencia a cumplir sus promesas electorales, el PP y sus gobiernos autonómicos harían bien en "ponerse las pilas" y suprimir, sin excepciones ni complejos, un impuesto que, como también le ocurre al de Donaciones y Sucesiones, supone una doble o triple tributación de unos activos a los que ya se han aplicado el Impuesto de Sociedades, el de la Renta u otros.
Tratándose de un gravamen cuya recaudación es competencia de las comunidades autonómicas, bien estaría que PP y PSOE compitieran, no sólo en Madrid, a la hora de exigir y llevar a buen término su total erradicación.
