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EDITORIAL

Si Ortega Lara y San Gil se marchan...

La decisión de Ortega Lara ha provocado una reacción de las bases que los adictos a la moqueta jamás pudieron prever, porque no sólo desprecian a la derecha social que les da de comer y a la que teóricamente representan: tampoco la conocen.

La derecha social, la que se echó a la calle durante la última legislatura, la que proclama orgullosa sus principios, la que no se achanta ni se considera inferior a la izquierda sino todo lo contrario, apoyaba al PP por varias razones. La primera, que mal que bien era la única resistencia frente al cambio de régimen impulsado por Zapatero. La segunda, que de vez en cuando, como si le diera vergüenza hacerlo, Rajoy defendía las ideas en las que creen. Y la tercera, que en el PP permanecían algunos de los principales símbolos de la resistencia frente al régimen del terror nacionalista, entre los cuales destacaban María San Gil y José Antonio Ortega Lara.

Pero ahora Rajoy ha decidido que los votantes de derechas no le valen y que debe ganarse a los de izquierdas. Pero para ello no va a emplear el único método posible, que es el de explicar los principios e ideas liberales y conservadoras que forman el ideario de su partido, empleando todas las técnicas de comunicación y propaganda para convencer a quienes más cerca están del PP ideológicamente. No, la idea es que el partido debe renunciar a sus ideas para ganar el voto de la izquierda. Lo ha explicado nítidamente Gallardón: el PP ya es el centro, pero tiene que moverse más hacia la izquierda.

El problema es que aún hay políticos en España, como María San Gil, que actúan por principios y no por cálculos electorales. De modo que tras fracasar el intento de usarla de coartada han hecho todo lo posible para presentarla como si fuera una desequilibrada, con el apoyo unánime de los medios de izquierdas, que han visto en el aún presidente del PP la oportunidad de destruir cualquier atisbo de oposición.

Pero en Génova no tienen costumbre de emplear estas tácticas que tan bien le salen a la izquierda. No las han utilizado contra Zapatero ni el PSOE durante estos años, de modo que no tienen práctica. Así que el intento ha sido demasiado descarado y ha provocado una reacción que no esperaban: la de Ortega Lara. Alguien que no tiene ambición política alguna, y que sólo apareció de nuevo ante la opinión pública para condenar el proceso de rendición de Zapatero. Sería ridículo que ahora intentaran denigrarlo como han hecho con San Gil. No se lo creerían ni los más fieles lectores de Público.

La decisión de Ortega Lara ha provocado una reacción de las bases que los adictos a la moqueta jamás pudieron prever, porque no sólo desprecian a la derecha social que les da de comer y a la que teóricamente representan: tampoco la conocen. Porque hay símbolos intocables para la gente de derechas, que son justo los que han procurado destruir. Ahora el partido se les ha ido de las manos, reciben críticas por todas partes y hasta Javier Arenas, el perfecto superviviente, comienza a ponerse de perfil. Si la excusa para que Rajoy continuara tras sus dos derrotas era mantener la unidad del partido, no cabe duda de que han fracasado estrepitosamente.

Hace cuatro años se envió por SMS una convocatoria para acudir a Génova a apoyar a Mariano Rajoy y los burócratas del partido pidieron a sus militantes que no fueran. No les hicieron ni caso, claro. Hoy la convocatoria es de apoyo a María San Gil, a la que han hecho la vida imposible hasta lograr que se fuera de la dirección del PP vasco. La reacción de Génova, convocar a una suerte de contramanifestación, arriesgándose así a que se produzcan incidentes entre quienes acudan, lo que mancharía la buena imagen que cuatro años de manifestaciones han ofrecido de las convocatorias de la derecha española. Les da lo mismo. Si están por destruir los principios, ¿qué más les puede dar la imagen? Ya se encargarán los medios de izquierdas, todos a una para defender a Rajoy de sus votantes, de echar la culpa de todo a Esperanza Aguirre, ya que les faltan Acebes y Zaplana.

La convocatoria de una contramanifestación es el perfecto símbolo de en qué se ha convertido el PP de Rajoy. Un partido en el que sobran María San Gil y Ortega Lara, y cuyos dirigentes desprecian, desconocen y temen a sus propias bases. Quizá sea el momento de que algunos de ellos reflexionen sobre quienes no caben realmente en el PP.

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