Menú
EDITORIAL

Sólo le quedan ocho tardes

Zapatero acude a este vital cónclave con más ideología y prejuicios que ciencia y conocimientos: por lo visto, durante los últimos cuatro años todavía no ha aprovechado las dos tardes discentes que Jordi Sevilla tan generosamente le ofreció.

Finalmente, tras un lamentable sainete institucional dentro de la Unión Europea, Sarkozy ha conseguido colar a Zapatero en la Cumbre de Washington del próximo 15 de noviembre donde se prevé sentar las bases del nuevo sistema financiero internacional.

Es cierto que los intereses españoles aconsejaban tener representación en esa reunión para evitar que algunas de sus decisiones perjudiquen a una de las principales industrias de nuestro país. Sin embargo, la presencia de ZP también debería causarnos cierta inquietud a quienes esperamos una pronta recuperación de la economía internacional y una reforma del sistema financiero que evite que los gobiernos y los bancos centrales vuelvan a generar en el futuro crisis tan profundas como la actual.

El jefe del Ejecutivo español acude a este vital cónclave con más ideología y prejuicios que ciencia y conocimientos: por lo visto, durante los últimos cuatro años todavía no ha aprovechado las dos tardes discentes que Jordi Sevilla tan generosamente le ofreció para comprender las interioridades de la teoría económica. No estaría de más que Zapatero aprovechara las ocho tardes que restan hasta la cumbre para alfabetizarse un poco y dejar de desbarrar.

Porque, en efecto, los socialistas han emprendido una nueva campaña propagandística interior consistente en responsabilizar al libre mercado (equiparado erróneamente con los neoconservadores) de la crisis para, con esta treta, evadir sus importantes responsabilidades en la actual debacle. Dicho de otra manera, Zapatero aprovecha esta crisis que nunca ha comprendido –al negarla primero y al manipularla después– para desarrollar su agenda económica más estatista y liberticida.

Resultaría catastrófico que parte de este discurso trasnochado, keynesiano y profundamente equivocado influyera lo más mínimo en unos jefes de Estado y de Gobierno extranjeros que, por méritos propios, ya resultan suficientemente intervencionistas. De hecho, tras la primera comparencia como presidente electo de los Estados Unidos de Barack Obama –que si bien no parece que vaya a estar en la cumbre, su presencia y sus ideas influirán en ella decisivamente– pocas esperanzas pueden quedar de que la cumbre opte finalmente por una solución tendente hacia el libre mercado (como sería, por un lado, regresar a un patrón monetario fijo para evitar las expansiones crediticias del sistema bancario y, por otro, reducir las interferencias del Estado en el sistema financiero).

Obama ha propuesto, sucintamente, un rescate público de toda la economía: está dispuesto a rescatar a los bancos, a los hipotecados, a las automovilísticas, a las pymes y a los parados. A golpe de talonario o presupuesto respaldará las malas inversiones de todos los estadounidenses al tiempo que, según dice, pretende rebajar los impuestos a las clases medias. Una incomprensible pirueta que desajustará aun más el saldo de las cuentas públicas y que amenaza con hundir el valor y la confianza de la deuda pública estadounidense.

Las crisis son períodos en los que se ponen de manifiesto las malas inversiones que han realizado los agentes económicos durante el período anterior de auge artificial del crédito. La economía no podrá recuperarse hasta que todas esas malas inversiones se liquiden y se reoriente la estructura productiva. El plan de Obama pasa por congelar todo este entramado de malas inversiones evitando cualquier reajuste: ni una quiebra, ni un despido.

Si a la influencia socializante de Obama le añadimos la ignorancia antropológica de Zapatero, las recetas para salir de esta crisis pueden hundirnos incluso más en la miseria. Convendría que el primero se replanteara sus compromisos populistas y el segundo se instruyera algo más en teoría económica. La crisis ya la causaron los burócratas; confiemos en que no la agraven demasiado.

En Libre Mercado

    0
    comentarios