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EDITORIAL

Telemadrid: la dictadura del miedo

No puede tolerarse que un grupo de matones paniaguados amenace con total impunidad a los trabajadores que se niegan a someterse a su dictadura del miedo.

No puede tolerarse que un grupo de matones paniaguados amenace con total impunidad a los trabajadores que se niegan a someterse a su dictadura del miedo.

Por desgracia, a estas alturas a nadie sorprende la violencia empleada por los sindicalistas cuando se trata de defender sus prerrogativas, pero lo que están haciendo en Telemadrid desde que el Gobierno autonómico anunció que recortaría la plantilla es de tal gravedad, que las autoridades competentes deberían tomar de inmediato cartas en el asunto. En realidad, deberían haberlo hecho ya.

No puede tolerarse que un grupo de matones paniaguados amenace con total impunidad a los trabajadores que se niegan a someterse a su dictadura del miedo. Liberados que llevan años y más años sin hacer nada de provecho, delegados distinguidos por su proverbial vagancia y fanáticos que no hacen sino supeditar todo a la consigna y el agit-prop políticos no pueden tener paralizada una empresa a su capricho y aterrorizar al resto del personal.

Telemadrid y el resto de televisiones autonómicas han de reducir drásticamente sus desmesuradas plantillas. Su labor ya la realizan numerosas empresas privadas, por lo que el dispendio es de todo punto injustificable, y más en la dramática situación económica que padecemos. Salvo las televisiones de las comunidades gobernadas por los nacionalistas y los socialistas, los canales autonómicos están acometiendo severos planes de ajuste como paso previo a la privatización del servicio que prestan. Es lo menos que cabe esperarse de unas Administraciones tan poco ejemplares en punto a manejo de las finanzas como las autonómicas. 

Ante esta realidad, las protestas de los sindicatos ni pueden ni deben ser tenidas en cuenta, si es que se quiere atender el interés general de los ciudadanos, sobre todo cuando encubren otro tipo de objetivos, como el desgaste político del gobernante de turno o la preservación de los privilegios de la casta dirigente de las referidas centrales, tan culpables de la calamitosa situación de las finanzas públicas.

Hay que acabar de una vez con la impunidad de los sindicalistas que mantienen Telemadrid secuestrada, para que quienes quieren ejercer su derecho al trabajo puedan hacerlo con entera libertad. La única posibilidad de que esa televisión salga a flote y tenga posibilidades de sobrevivir en el futuro pasa por sus mejores trabajadores, no por los que sólo saben difundir odio e imponerse por el terror. Sólo falta que los responsables políticos lo entiendan y, sobre todo, actúen en consecuencia: para empezar, actuando con contundencia contra los malhechores y protegiendo las libertades de sus víctimas.

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