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EDITORIAL

Tras el milagro, volver a empezar

La cadena COPE ha contribuido a regenerar la vida política española. No sólo porque haya dado voz a los liberales, sino sobre todo porque ha contribuido a ilustrar –a dar ideas y a saber transmitirlas– a varias generaciones de españoles.

Las despedidas, sobre todo cuando se lleva tantos años en una empresa, siempre son tristes y dejan un cierto regusto amargo. Echar la mirada atrás en ocasiones produce vértigo pero en otras debería, sin duda alguna, llenar de orgullo. Esto es precisamente lo que sucede con la emotiva despedida que han protagonizado Federico Jiménez Losantos y César Vidal desde los micrófonos de la COPE.

Diecisiete años uno y cinco el otro han dado para mucho. A la empresa que los ha acogido la han llevado a contar con la segunda mayor audiencia entre las radios españolas, una posición absolutamente envidiable si tenemos en cuenta la inferior cobertura y apoyo político del que ha gozado la COPE. A los oyentes, Federico y César les han proporcionado una información, opinión, entretenimiento e incluso consuelo por las mañanas y las noches que no podían encontrar en ningún otro grupo de comunicación, es decir, han terminado con el invierno mediático que sufría una parte importante de la derecha española, casi siempre por injerencias del poder político.

Pero sobre todo, la cadena COPE tal y como la hemos conocido hasta hoy ha contribuido, desde sus posibilidades, a regenerar la vida política española. No sólo porque, como decíamos, haya dado voz a ese grupo social generalmente desorganizado compuesto por los liberales, sino sobre todo porque ha contribuido a ilustrar –a dar ideas y a saber transmitirlas– a varias generaciones de españoles que hoy no tragan con las ruedas de molino del PSOE ni, tampoco, del PP.

Precisamente de ahí viene el oxígeno que ambos comunicadores han trasmitido a España: han roto las ataduras partidistas de una porción muy significativa de la sociedad civil. Y por eso los distintos grupos políticos, cada uno a su tiempo, han empezado a temer ese silencioso movimiento ciudadano que les exigía que fueran fieles a unos principios –sucintamente resumidos en "España y Libertad"– en lugar de extenderles un cheque en blanco para que atasen y desatasen a su gusto y criterio.

Ese es el gran temor de cualquier gobernante: que el pueblo lo controle y que no sea él quien controle al pueblo. Por ello han intentado –y en buena medida han conseguido– convertir a los medios de comunicación en parte de la organización del Estado o, incluso, en los gabinetes de prensa de los partidos políticos. Porque en esta cuestión PP y PSOE, o PSOE y PP, muestran una completa afinidad: el único y auténtico pacto de Estado en España es que hay que silenciar y arrinconar a los periodistas que se apartan un centímetro del guión oficial redactado por las clases gobernantes.

Pese a ello, el periodista valiente y libre no se deja amedrentar ante el acoso y las amenazas de los políticos y de sus grupos afines. Porque para cortar las orejas hay que jugarse la cornada y, en ocasiones, no queda más remedio que recibirla. Sin embargo, la sociedad civil que ha llegado a preocupar a nuestros políticos sigue ahí y no va a desaparecer; por eso difícilmente podrán silenciarla. Nuestros mandamases siguen sin entender que siendo importantes la forma y el medio en el que se transmita, lo esencial es el mensaje: los principios y los valores.

La COPE ha acogido y transmitido esos principios y valores durante casi dos décadas, resistiendo envites políticos, judiciales y mediáticos. Ha sido el único refugio con el que ha contado la derecha que no se ha vendido a ningún partido político. Y, desde luego, si esos principios y valores ya no pueden seguir defendiéndose desde la COPE habrá que buscar otro destino: esRadio. Hoy comienza a escribirse otro capítulo de De la noche a la mañana: el milagro de la COPE que, a buen seguro, será tanto o más fructífero –y probablemente no menos molesto para nuestra partitocracia– que los anteriores.

Mismos principios, mismos valores y mismos protagonistas. Porque la sociedad civil en todas sus expresiones –pero siempre encabezada por las víctimas del terrorismo– seguirá siendo la base sobre la que se articulará la nueva emisora de radio al igual que lo era en la vieja COPE.

No termina una etapa, porque sólo cambia de forma: las esencias permanecen. Federico y César se despidieron ayer de la COPE, no de sus audiencias. Junto a Luis Herrero, en septiembre vuelven a esRadio.

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