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EDITORIAL

"Un caso extremo"

La política del avestruz no suele dar buenos resultados ante los que, impulsados por un carácter o una ideología totalitarios, están dispuestos a todo.

En una de las principales regiones de España se ha constituido un Gobierno abiertamente secesionista. Un Gobierno que proclama a los cuatro vientos que incumplirá las leyes que no quiera respetar, y que acometerá empresas de hondo calado a sabiendas de que la legislación le impide hacerlo. Por si no bastara, ese mismo Gobierno ha anunciado que no va a ser fiel a sus compromisos económicos, lo que pondrá en grave riesgo la economía de todo el país.

Se mire por donde se mire, la situación a que nos aboca el Gobierno secesionista de Cataluña es de extrema gravedad.

Sin embargo, Mariano Rajoy y sus ministros se limitan a responder a las amenazas de CiU y ERC con advertencias de perfil bajo y propuestas de colaboración y diálogo que, para mayor escarnio, no reciben otra respuesta que el desprecio.

Este mismo jueves ha sido el ministro de Justicia, Alberto Ruiz Gallardón, el que ha advertido con tono campanudo a los nacionalistas catalanes de que, si finalmente lo convocan, llevará el referéndum independista al Tribunal Constitucional, algo que evidentemente no debe de preocupar demasiado a quienes se jactan de no cumplir sentencias como la del Estatuto y que incluso organizan manifestaciones contra el Alto Tribunal.

Desde Moncloa se lanzan mensajes que quieren ser tranquilizadores pero que, dado el cariz que está adquiriendo la amenaza independentista, resultan más bien inquietantes: se habla de diálogo, se filtra la posibilidad de pergeñar algún tipo de apaño con la financiación autonómica y se remite ad calendas grecas la adopción de medidas contundentes, que sólo serían de recibo ante un "un caso extremo".

¿No le parece suficientemente "extremo" a Rajoy lo que está ocurriendo en Cataluña? ¿No escucha o lee el presidente los discursos de los líderes de los dos partidos que acaban de constituir una coalición que no tiene otro programa de gobierno que la independencia del Principado?

Probablemente no podría ser de otra forma, dado el carácter del hombre que lo preside y la forma en la que siempre ha afrontado los problemas, pero en esta gravísima cuestión el Gobierno parece querer limitarse a esperar a que las aguas vuelvan por sí mismas a su cauce, de ahí que cubra el expediente con manifestaciones que, en el fondo, nada significan.

Lamentablemente, no será así. La historia está llena de ejemplos en los que se hizo oídos sordos a amenazas que parecían imposibles de materializarse y que finalmente se materializaron. La política del avestruz no suele dar buenos resultados ante los que, impulsados por un carácter o una ideología totalitarios, están dispuestos a todo.

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