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EDITORIAL

Una campaña con cinco millones de parados

En quince días, las urnas arrojarán un nuevo Gobierno cuya principal tarea será afrontar el desastre del paro. Este mes de octubre, y según los datos hechos públicos ayer, cada minuto se produjeron tres despidos.

España ha comenzado la cuenta atrás de una nueva etapa. En quince días, las urnas arrojarán un nuevo Gobierno cuya principal tarea será afrontar el desastre del paro. Este mes de octubre, y según los datos hechos públicos ayer, cada minuto se produjeron tres despidos. A ese ritmo, no es descartable que a finales de año se esté más cerca de los cinco millones y medio de parados que de los cinco. En semejantes circunstancias, la campaña electoral parece más un formalismo democrático para que el PP asuma de una vez el timón de un país a la deriva que una confrontación electoral clásica. La desesperación de millones de personas, los sistemáticos errores de planificación, previsión y cálculo del Gobierno, y la frustración de los principales actores económicos ante las dilaciones y renuencias en las inevitables reformas, sitúan a Rubalcaba ante la peor tesitura a la que ha tenido que enfrentarse jamás un candidato socialista. Su opción está tan desacreditada que hasta la actualidad parece conspirar contra el líder electoral del PSOE. Que en el pórtico de la campaña la juez Estela San José haya decidido elevar las acusaciones contra el ministro José Blanco al Tribunal Supremo es el acento en la corrupción que completa el cuadro de una legislatura que sólo puede calificarse de catastrófica y en la que Rubalcaba ha tenido un protagonismo no precisamente menor.

Dadas las circunstancias, es más que probable que el equipo de Rubalcaba mantenga la agresividad y tono crispado que sugiere su propio lema, el de "pelea por lo que quieres", que más parece una apelación a los indignados improvisada sobre un cartón en la Puerta del Sol que el eslogan de un partido que ha gobernado los últimos siete años. También es plausible que la maquinaria socialista de agitación y propaganda insista en la teoría de que la crisis es consecuencia de políticas de derecha relacionadas con el favorecimiento del mercado. Así de básicos y primarios son los argumentos socialistas. Sea como fuere, el perfil de Mariano Rajoy no le caracteriza precisamente ni por entrar al trapo ni por favorecer el juego subterráneo de su rival, aún a riesgo de fomentar la idea de que se trata de un aspirante a la presidencia tan flexible como a veces ambiguo. Sin embargo, el programa del PP no deja lugar a dudas sobre asuntos tan vidriosos como el proceso con ETA –Ley y Estado de Derecho, apuntó ayer el propio Rajoy en la antesala de la campaña– o la aplicación urgente de severas reformas con las que paliar el bombardeo de malas noticias y peores previsiones que se ciernen sobre la economía nacional.

El contexto electoral ocultará la grave encrucijada en la que la política griega ha puesto a la Unión Europea. El papel español en cumbres y reuniones es meramente testimonial, pero las decisiones que se han adoptado y que se adopten en los próximos días influirán inevitablemente en la agenda interna de quien gane las elecciones. Entre otras razones, los principales datos económicos españoles no incitan al optimismo y en algunos casos, como en el del paro, son particularmente perores que los helenos. Tales circunstancias deberían implicar que los candidatos, y especialmente Rubalcaba, fueran muy cuidadosos con sus propuestas, planteamientos y declaraciones a fin de no empeorar todavía más la delicada salud de una economía en hibernación por lo menos hasta bien entrado diciembre.

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