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EDITORIAL

Una campaña pobre para unas elecciones carísimas

A la vista de la inanidad, la falta absoluta de propuestas y la burla descarada al ciudadano, dan ganas de pedir que la jornada de reflexión se extienda a toda la campaña.

Es evidente que la Unión Europea no despierta un gran entusiasmo entre los europeos por cuyo bienestar dice haberse constituido. Es lo que suele suceder cuando se crea una casta burocrática que se aísla de la realidad y que considera su escaño como una jubilación de lujo anticipada a costa de los ciudadanos.

Y si bien la enorme abstención que se prevé el domingo debe interpretarse como un duro mazazo para la credibilidad e incluso para la supervivencia a largo plazo de la Unión, en España la bajísima participación no debería entenderse sólo como una manifestación más del creciente escepticismo y desencanto hacia Europa, sino como una reacción ante una clase política nefasta y ensimismada que nos ha ofrecido unos cansinos y mortecinos 15 días de campaña electoral.

Para empezar, ningún partido político se ha dignado a hablar sobre Europa y sobre sus proyectos para la misma, probablemente porque carezcan de ellos. Los dirigentes españoles consideran a la Unión Europea como un dato externo que resulta positivo por necesidad. Su mediocridad es tal que nadie cuestiona las bondades que proceden de ese mastodonte burocrático; más bien al contrario: todos se muestran entusiasmados con un proyecto político cada vez más indefinido, despótico y antiliberal.

Por consiguiente, en lugar de discutir sobre Europa en unas elecciones europeas, prefieren dedicar esos 15 días de barra libre propagandística –sufragada, de nuevo, por un contribuyente que sigue pagando puntualmente los salarios de unos gobernantes que se dedican a promover las candidaturas de sus respectivos partidos– a arrojarse los trastos a la cabeza por cuestiones internas. Así, unos y otros han convertido estas elecciones en una especie de calentamiento para las municipales y autonómicas primero y para las generales después. Pero si eso es así, si todos son conscientes del fraude electoral en el que están participando, ¿no sería más lógico que simplemente suspendieran la campaña y nos ahorraran sus insufribles, vacíos y costosos discursos?

Claro que puestos a discutir sobre cuestiones nacionales, los partidos políticos podrían haberse centrado en asuntos sustanciales como la reforma laboral, fiscal, energética o educativa que necesita nuestro país. Sin embargo, vacíos como están de propuestas para Europa, más vacíos, si cabe, se muestran de proyectos para España. Han confundido proponer soluciones para los problemas con repetir una y otra vez que ellos son los más adecuados para solucionarlos. Pero no hemos oído ni siquiera una medida concreta encaminada en la buena dirección. O han tirado por la calle de en medio (como suprimir los paraísos fiscales o abrazar la "economía verde") o se han limitado a soltar vaciedades (como que los niños tienen que estudiar mucho para tener un futuro próspero).

Y es que esta campaña electoral se ha convertido en todo un insulto a unos ciudadano a los que, como pocas veces antes, se les ha tratado de menores de edad inmaduros y medio tontos. Los eslóganes de unos han sido del calibre de que "Rajoy está feliz", "Menos ceja y más Mayor Oreja" o "Rajoy vuela como tú" frente a los de los otros laicistas que ya empiezan a rendir culto al "próximo acontecimiento histórico planetario". Falcons y corruptelas frente al cóctel demagógico de aborto y pederastia. ¿Quién da menos? Probablemente la propia Leire Pajín, que ha resumido perfectamente el nivel intelectual y político de esta campaña electoral con una apropiada soflama de cierre: "Vaya a votar el domingo porque todos los especuladores y machistas lo harán".

Desde luego, siempre nos hemos manifestado en contra de restricciones tan absurdas de la libertad individual como son la prohibición de publicar estimaciones de voto una semana antes de los comicios o la jornada de reflexión. Sin embargo, a la vista de la inanidad, la falta absoluta de propuestas y la burla descarada al ciudadano, dan ganas de pedir que la jornada de reflexión se extienda a toda la campaña. Al menos de este modo sí nos permitirían reflexionar sin las interferencias de un ruido más propio de un patio de colegio y sin que tengamos que financiar este deplorame espectáculo.

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