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EDITORIAL

Unos Presupuestos desoladores

El gasto público crece de forma muy sustancial, evidenciando que el Gobierno no tiene ninguna intención de pinchar la tremenda burbuja estatal.

El proyecto de ley sobre los Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2014 es mucho peor de lo que ya avanzaba el boceto presentado el pasado viernes tras el Consejo de Ministros. El ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, entregó este lunes al Congreso las cuentas públicas del próximo ejercicio, y su análisis preliminar no puede ser más desalentador. El gasto público, lejos de reducirse, crece de forma muy sustancial respecto a 2013, evidenciando así que el Gobierno de Mariano Rajoy no sólo no tiene ninguna intención de pinchar la tremenda burbuja estatal sino que, por el contrario, pretende seguir alimentando el derroche público. Y ello a costa de mantener una presión fiscal confiscatoria sobre empresas y familias, que, en última instancia, acabará dañando el crecimiento potencial del país, dificultando aún más la recuperación y la tan necesaria creación de empleo.

Las grandes cifras de los PGE no dejan lugar a dudas. El gasto total previsto para el próximo año ascenderá a 423.227 millones de euros, unos 15.000 millones más que en 2013 y casi 61.000 millones más que en 2012. En esta partida se incluyen los 68.605 millones destinados a la amortización de deuda, con lo que el gasto real se situará en 354.622 millones, casi 9.000 millones más que el pasado año. Así pues, el gasto subirá un 2,7% interanual, muy por encima del ritmo de crecimiento económico que prevé el Gobierno para 2014 (0,7%). El aumento del gasto casi multiplicará por cuatro el avance del PIB. Esto demuestra que la manida austeridad es, simplemente, un mito.

Otro dato alarmante es el volumen de deuda neta que prevé Montoro para el próximo año: casi 73.000 millones de euros para cubrir todas las necesidades financieras del Estado. De ahí, precisamente, el desbocado incremento de la deuda pública, que ya en 2014 amenaza con rozar e incluso superar el umbral del 100% del PIB. Otra señal inequívoca de austeridad, sin duda. El PP ha abandonado todo intento de contención presupuestaria para arrojarse por completo a los brazos del gasto público, confiando ciegamente en que el tímido repunte del PIB acabe por elevar de forma sustancial la recaudación fiscal y, de este modo, poder cumplir con el objetivo de déficit fijado por Bruselas. Se trata de una estrategia fiscal cuanto menos muy arriesgada y cuanto más claramente errónea y contraproducente, tanto para la solvencia de las cuentas públicas como para el crecimiento de la economía nacional.

Rajoy nunca tuvo la intención de reducir el sobredimensionado peso del sector público, pero ahora demuestra que, ante el mínimo atisbo de recuperación, su verdadero objetivo y deseo es seguir la senda de excesos seguida en su día por José Luis Rodríguez Zapatero. Y ello bajo el argumento de que la austeridad y los recortes son muy impopulares y, por tanto, dañan seriamente sus posibilidades de salir reelegido en las elecciones generales de 2015. Por desgracia, el presidente parece no percatarse de que su popularidad sigue cotizando a la baja, pese a no hablar aplicado serias políticas de austeridad. Minimizó los recortes en 2012 y 2013, mientras disparaba hasta cotas insospechadas todas las figuras tributarias, y ahora pretende aumentar aún más el gasto, al tiempo que mantiene una insoportable presión fiscal. Las encuestas demuestran que dicha estrategia, consistente en eludir la tan necesaria austeridad pública, le ha servido de muy poco, ya que la intención de voto del PP sigue cayendo. Rajoy ha perdido una oportunidad de oro durante sus dos primeros años de gobierno para poner en marcha el amargo recetario económico y presupuestario que necesita España para asentar la recuperación sobre bases sólidas. Y ahora, a mitad de partida, se juega el resto a tan sólo una carta... La ilusión y la esperanza de los brotes verdes.

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