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EDITORIAL

Y ahora, ¿qué?

Rajoy ha optado por que el voto de su partido siga a su discurso, y que su oposición a la política de Zapatero se traduzca en un "no" a sus propuestas. Políticamente era lo mejor, puesto que lo adecuado para España es que Zapatero se vaya lo antes posible

Caben hoy dos posturas entre españoles responsables, apoyen o no al PP. Por un lado, se puede pensar que las medidas de hoy eran necesarias y que la oposición, por sentido de estado, no debería haber votado en contra. Al fin y al cabo, ¿qué cabía esperar que sucediera si el decreto no hubiera sido convalidado en el Congreso? ¿Qué hubieran pensado los inversores extranjeros, que ya desconfían de nuestra capacidad para devolver la deuda, si todos los partidos del arco parlamentario excepto el que gobierna se opusieran a recortar el déficit? No sería de extrañar que se repitieran episodios como los del 7 de mayo, que forzaron a la Unión Europea a elaborar un plan de rescate y obligar al Gobierno español a tomar medidas duras.

Por otro lado, es cierto que no se le puede exigir a la oposición que sea más responsable que el Gobierno más irresponsable que ha tenido la España democrática. Si estos recortes eran necesarios, que lo son, Zapatero tenía que haber llamado a Mariano Rajoy al minuto siguiente de que Bruselas le obligara a tomarlos y debería haberse sometido a las exigencias del PP, que tampoco son muchas ni muy duras, para consensuar qué recortes debían hacerse. Incluso le hubiera sido más rentable al PSOE, electoralmente hablando, compartir el coste de los recortes con los populares. Pero le ha podido más el sectarismo o la seguridad de que, una vez más, el PP haría un discurso y votaría otra cosa, como ya hizo con el Plan E o el FROB.

En cualquier caso, el problema económico más grave que tiene España se llama José Luis Rodríguez Zapatero, no Mariano Rajoy. La razón la ha dejado clara una escena lamentable protagonizada por quien supuestamente está al frente de la economía, Elena Salgado, que se "ha asustado" cuando ha entendido a una periodista que Zapatero había anunciado que habría una fuga de capitales. Estamos ante un Gobierno en el que la vicepresidenta económica parece enterarse de la política económica de su país por lo que le cuentan los periodistas y a quien asusta (es decir, no le no parece imposible), que su presidente diga auténticas barbaridades. Razones para votar no, por tanto, había de sobra.

Así, por una vez, Rajoy ha optado por que el voto de su partido siga a su discurso, y que su oposición a la política de Zapatero se traduzca en un "no" a sus propuestas. Políticamente era lo mejor, puesto que lo adecuado para España es que Zapatero se vaya lo antes posible, y esta negativa se traduce en un mayor desgaste del Gobierno. Económicamente no ha tenido consecuencias negativas a corto plazo, pues aun por la mínima, el Gobierno ha sacado adelante su decreto.

En cualquier caso, lo que no es de recibo es el discurso populista y mentiroso del que ha hecho gala no Rajoy, pero sí otros pesos pesados del nuevo PP, hablando del mayor recorte de derechos sociales de la democracia y otras mamarrachadas similares. Los derechos sólo pueden ser individuales; "derecho social" es el término publicitario inventado por el socialismo para hacer intocables sus incrementos del gasto estatal. Nadie que pretenda convertirse en una alternativa al populismo izquierdista de Zapatero debería hablar de derechos sociales.

Es una buena noticia que se hayan aprobado estos recortes, y lo sería mejor si se añadieran muchos otros, entre ellos los propuestos por el PP. Rajoy ha dejado noqueado a Zapatero en el Congreso, pero no ha ofrecido alternativa. Habiendo quedado ya claro que la única vía para España es que Zapatero se vaya, ha llegado la hora de que el PP actúe para conseguir ese objetivo prioritario para nuestro país.

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