Menú
Eduardo Fernández Luiña

México: ¿una nueva amenaza populista?

La victoria de Andrés Manuel López Obrador en las presidenciales de este año puede ser un factor de gran inestabilidad en todo el Hemisferio Occidental.

La victoria de Andrés Manuel López Obrador en las presidenciales de este año puede ser un factor de gran inestabilidad en todo el Hemisferio Occidental.
Andrés Manuel López Obrador

José Herrera publicaba el otro día un artículo, titulado "Otro año crucial para América Latina", donde se presentaban –y analizaban– los siete procesos electorales que enfrenta esa región este año. Entre los países que citaba se encuentran las dictaduras venezolana y cubana, la primera en su calidad de autoritarismo competitivo y la segunda llevando a sus espaldas el título de dictadura más longeva y salvaje de América Latina. Como es de suponer, en esta era democrática Cuba y Venezuela se preocupan por los maquillajes implementando chiringuitos electorales (no se les puede llamar de otra forma) con el objeto de aparentar algo que definitivamente no son.

Sin embargo, y a pesar del interés que ambos países suscitan, en la lista también aparece el gigante mexicano, que a inicios de julio celebrará elecciones legislativas y presidenciales. La segunda economía de la región es un país de gran relevancia no solo para Latinoamérica, también para sus vecinos del norte. Hablamos de Estados Unidos y de Canadá. Desde la llegada de Donald Trump, México tiene una relación tensa con los EEUU. Dicha relación ha puesto contra la cuerdas incluso acuerdos tan beneficiosos e importantes en la relación bilateral como el famoso North America Free Trade Agreement (Nafta).

La llegada al poder de un líder populista podría complicar aún más la ya enmarañada relación entre EEUU y México. Y lo anterior puede suceder, desafortunadamente, si Andrés Manuel López Obrador (AMLO) triunfa el próximo verano. El mítico líder movimentista tiene, según las encuestas, un apoyo del 23,6%, lo que le convierte en el candidato con más apoyo popular en estos momentos.

México es un país interesante en materia electoral. Las presidenciales son a una sola vuelta y no a dos, como es lo habitual en el resto de América Latina. Eso hace que en la mayoría de los casos un individuo se convierta en presidente con menos del 40% del voto válido emitido. Para muchos, este factor es un elemento que quita legitimidad al jefe del Estado mexicano. Generalmente, las candidaturas moderadas no sufren estas crisis de legitimidad, pero si mezclamos el citado mecanismo electoral con el triunfo de un radical en las urnas, el cóctel puede ser muy peligroso para la estabilidad de todo el sistema.

Un populista de izquierdas en el poder complicaría no sólo la situación en el país, también las relaciones con EEUU y con los Estados del ámbito latinoamericano. México es un actor regional demasiado relevante, y un Gobierno de carácter extremista complicaría la ya difícil situación por la que atraviesa Latinoamérica en estos días.

No sabemos hasta qué punto el triunfo de AMLO podría hacer que países como China, Rusia e Irán aumentasen su presencia en la región, contribuyendo a una tensión innecesaria con EEUU y sus aliados en la misma.

Pero López Obrador no se considera populista. Tanto en sus declaraciones como en su documental/libro Esto soy, el histórico candidato dice ser atacado sin razón por determinados medios de comunicación afines a la oligarquía y a los enemigos de la patria. Una pregunta legítima podría ser: ¿existen razones para considerar a AMLO una amenaza para la libertad en la región? ¿Es un candidato populista? Cuando analizamos sus ideas, su bagaje y su programa político, su perfil encaja perfectamente en lo que podemos definir como un populista.

Es sabido que el concepto populismo es escurridizo y difícilmente definible. Es decir, no es un fenómeno fácil de explicar. Algunos hablan de un estilo populista, otros de regímenes populistas. Son muchos los que asocian a estos últimos con sistemas políticos híbridos, a medio camino entre la democracia y el autoritarismo. Si tuviésemos que detectar los elementos que dan forma a un líder populista, tendríamos que fijarnos en tres cuestiones. Podríamos hablar de: 1) carisma, 2) un discurso atractivo que intente fusionar al líder con el pueblo y 3) estatización de la sociedad y medidas políticas polarizantes.

El hecho de que esos tres factores estén presentes puede orientarnos a la hora de identificar a un populista. Y, efectivamente, parece que esos tres, y todo el decálogo presentado por Enrique Krauze, se observan en López Obrador. Por un lado, nadie puede negar que el perfil del candidato es cuando menos pegadizo. AMLO proviene de la lucha a favor de los chontales, un colectivo indígena del estado de Tabasco. Ahí reside su pedigrí como político de izquierdas. En eso y en su guerra –de décadas– contra la élite del PRI. Su capacidad para comunicar y emocionar a la audiencia dan forma a un carisma que podría convertirse –para muchos ya lo es– en referente de una nueva izquierda latinoamericana.

Además, López Obrador siempre ha intentado identificar su discurso con el pueblo. Eso se observa con bastante nitidez en su producción bibliográfica. Da igual que leamos Un proyecto alternativo de nación (2004) o veamos el documental Esto soy, citado líneas atrás. Durante toda su vida, AMLO siempre ha intentado identificarse con el pueblo. Sin ese pueblo, indica López Obrador en uno de sus trabajos, no hubiese podido superar el desafuero al que fue sometido para evitar su participación en las elecciones presidenciales de 2006, que perdió de forma polémica ante el candidato panista, Felipe Calderón. Como él mismo indica en su libro, "la gente de Ciudad de México, que está llena de bondad y sabiduría política, me sacó adelante. Siempre mi principal defensor ha sido el pueblo".

Pero quizás lo más peligroso del discurso de López Obrador sea lo relacionado con su oferta política. El candidato del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) apela de manera romántica a un nacionalismo económico que hace hincapié en el campo (importa mucho en la visión política de AMLO) y la política energética. En ambos casos se hace apología de la nacionalización y de la capacidad del Estado para gestionar adecuadamente esas políticas públicas. Por ello, AMLO no se aleja demasiado del populismo de tercera ola, de marcado carácter izquierdista y que tuvo éxito en la pasada década en América Latina. Como se puede suponer, dichos modelos se basaban en una apuesta por la nacionalización de sectores considerados estratégicos y por promover políticas de bienestar, siempre con el ánimo de aumentar la capacidad y el control del Estado sobre la sociedad. Si a ello le sumamos la afinidad cubana que siente nuestro candidato y su discurso antiglobalización y antimercados abiertos y comercio libre, parece difícil no considerar a López Obrador una amenaza populista.

México enfrenta un año difícil, y ni la economía ni la inseguridad auguran un buen resultado electoral para las fuerzas moderadas. Parece que el país avanza hacia la polarización… Ojalá estos meses sirvan para reflexionar y fiscalizar a todos los candidatos con objeto de mejorar la situación. América Latina, EEUU y Canadá necesitan un vecino moderno y con capacidad de inserción en la economía global, no un país que desee revivir fantasmas del pasado que no han llevado prosperidad ni optimismo a nadie.

Eduardo Fernández Luiña, analista de Relaciones Internacionales en la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES).

Temas

En Internacional

    0
    comentarios