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Eduardo Goligorsky

El abad reza por el indulto

El nacionalcatolicismo impregnaba e impregna el monasterio de Montserrat. Y el abad Soler no se arrepiente de ello.

El nacionalcatolicismo impregnaba e impregna el monasterio de Montserrat. Y el abad Soler no se arrepiente de ello.
El abad de Montserrat, Josep Maria Soler | EFE

El año 2000 dejó muchas huellas –unas gratas y otras ingratas– en la Abadía de Montserrat. Por un lado, la comunidad eligió abad a Josep Maria Soler, quien sentenció, al asumir su cargo: "Decir que el monasterio es símbolo de identidad nacional no es la primera cosa ni la primera misión de Montserrat. (…) Tampoco ha de ser vinculado, para decirlo de una manera gráfica, a un partido político determinado". Palabras que se llevó el viento.

El lobby rosa

Por otro, aparecieron dos artículos periodísticos que denunciaban la presencia en la abadía de un lobby rosa, una fraternidad minoritaria pero muy influyente de monjes homosexuales. Fueron "Crisis en el monasterio de Montserrat", de Francesc Valls (El País, 29/10/2000), y "Lío en el monasterio", de José Manuel Vidal (Suplemento "Crónica", El Mundo, 11/2/2001). La reacción de los nacionalistas catalanes fue fulminante. La información filtrada olía a herejía. Desde el 17 de noviembre de 1974, cuando el especulador todavía encubierto Jordi Pujol fundó la hoy gangrenada Convergència Democràtica de Catalunya en el monasterio de Montserrat, este siempre ha sido, y continúa siendo, aunque el abad Soler lo negara en su primera homilía, un bastión del nacionalcatolicismo político autóctono. Que el entrañable patriarca Josep Tarradellas trató con el merecido desprecio.

Cataluña como tapadera

Recuerda el experto en temas eclesiásticos Oriol Trillas ("El nacionalismo ayuda a encubrir los abusos en Montserrat", El Mundo, 6/2) que en aquellas circunstancias el entonces president Pujol acudió personalmente a solidarizarse con el abad Soler, quien también recibió el apoyo de dirigentes de izquierda como Joan Raventós, Antoni Gutiérrez Díaz y Ernest Lluch. El colmo fue, según Trillas, la entrevista que Enric Juliana hizo al abad en La Vanguardia sobre un tema del que el diario no había informado. Clamó el abad:

Nos sentimos heridos como personas y como ciudadanos (…) nos suena a montaje y han causado un grave daño a la comunidad (…) Veo en los hechos de estos días la voluntad de desprestigiar los valores evangélicos y la propia Iglesia y Cataluña e incluso los valores éticos de la sociedad.

La inmaculada Cataluña empleada una vez más como tapadera de los delitos perpetrados contra "los valores éticos de la sociedad". Ya la había manoseado Jordi Pujol para ocultar los chanchullos de Banca Catalana y los que todavía guardaba en las alforjas.

Cuando el abad Soler pronunció esta filípica corría el año 2000. Según la comisión que investiga los abusos sexuales cometidos en el monasterio de Montserrat, los últimos se perpetraron en 1999. Y el abad Soler se enteró de lo que sucedía seis meses después de asumir el cargo. Prueba de ello es que, según cuenta Trillas, pactó con la familia de una de las víctimas, Miguel Ángel Hurtado, de 15 años, entregarle una indemnización de 8.600 euros –7.200 para él y 1.400 para su letrado– en tres cuotas de billetes de 500 euros. En el 2003, Hurtado devolvió el dinero, con un gesto de dignidad que lo honra, y denunció el atropello.

Monje pederasta

El pederasta fue el monje Andreu Soler, que el informe de la comisión creada para investigar estos hechos califica de "depredador sexual" (LV, 7/9), y sus víctimas tenían entre 15 y 17 años, con dos casos de 18. El correo electrónico especialmente habilitado por dicha comisión recibió doce denuncias, algunas sobre actos "con violencia". El abad Josep Maria Soler no entregó el crápula a la justicia sino que lo trasladó a una residencia para monjes discapacitados sin contacto con niños. Y en el 2007 la editorial del monasterio publicó un libro con elogios al hermano Andreu, que falleció en el 2008 después de haber colgado los hábitos.

Al día siguiente de divulgar el informe incriminatorio, La Vanguardia publicó otra extensa entrevista al abad de Montserrat, pródiga en pedidos de "perdón por los abusos, el daño hecho y los fallos en los controles", y rica en evasivas poco creíbles. Tampoco despejaba en ella la sensación de que en el monasterio era más fácil aprovecharse de la inocencia de los niños de la Escolanía que inculcarles los valores de la solidaridad con sus compatriotas españoles.

Lo volverá a hacer

El nacionalcatolicismo impregnaba e impregna el monasterio. Y el abad Soler no se arrepiente de ello. Cuando Josep Playà Masset le pregunta en la última entrevista si se ha sentido presionado o le han hecho repensar las opiniones vertidas sobre lo que sucede en Cataluña, Soler se ciñe al libreto de Jordi Cuixart y responde:

No. Creo que he actuado como debía y si es necesario lo volveré a hacer como servicio al país.

Y a continuación toma partido explícitamente por el pelotón de juristas españoles y de detritos comunistas y antisistema del Parlamento francés que "consideran que la prisión preventiva en este caso es excesiva". Con un colofón en el que el abad reza una plegaria por el indulto:

¿Indulto? Habrá que hacer lo posible para excarcelar a los políticos si los condenan.

Cualquier desafuero puede hallar terreno propicio en un centro religioso descarriado donde se exhorta a desobedecer las sentencias que dicta la Justicia contra los golpistas que vulneran la Constitución, la integridad territorial y la convivencia y el bienestar de los ciudadanos. Ni siquiera se excluye la posibilidad que allí encuentren su santuario los depredadores sexuales, émulos de los eclesiásticos disipados que protagonizaban las obras licenciosas de los autores clásicos de la literatura española, italiana y francesa.

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