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Eduardo Goligorsky

El coche usado de Pedro Sánchez

La pregunta es de cajón: ¿comprarías un coche usado a Pedro Sánchez? Y la respuesta, igualmente espontánea: ni usado ni nuevo.

La pregunta es de cajón: ¿comprarías un coche usado a Pedro Sánchez? Y la respuesta, igualmente espontánea: ni usado ni nuevo.
EFE

La pregunta es de cajón: ¿comprarías un coche usado a Pedro Sánchez? Y la respuesta, igualmente espontánea: ni usado ni nuevo, porque incluso el flamante vendría con un defecto de fábrica. No porque Sánchez sea gafe –nada de supersticiones–, sino porque está exhibiendo, en su carrera política, una inescrupulosa tendencia a desguazar todo lo que funciona para reducirlo a piezas desperdigadas e inservibles. Esta manía podría pasar inadvertida si estropeara solo coches o relojes, pero lo grave, e intolerable, es que se cebe con la integridad y la soberanía de su propio país, que es el nuestro: España. Y de su propio partido, que es el PSOE.

Discriminadores patológicos

El 21 de junio del 2015, una gigantesca bandera del Reino de España fue el telón de fondo en el acto de proclamación del candidato Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Dos años más tarde, lo vemos profanando el símbolo de unidad, tijera en mano, para convertirlo en tantos pañuelos de colorinches como hagan falta para enjugar las lágrimas muy dispares de regiones elevadas a la categoría de naciones milenarias, con el añadido de que dentro de estas pseudonaciones perduran otras comarcas que, acentuando falazmente matices históricos, culturales y lingüísticos, también podrían solicitar el título más codiciado. Con sendos pañuelos de texturas y colores incompatibles para sus lágrimas presuntamente desiguales. ¿Pluribanderas?

Para los discriminadores patológicos de lágrimas –y de ciudadanos–, las de Gerona serían más espesas que las de Tarragona, pero se distinguirían por su color de las de Barcelona y por su salazón de las de Lérida. Cuidado, que no se omitan las diferencias lagrimales –y humanas– entre las ciudades de Berga y Tortosa, ni entre los barrios de Sant Gervasi y Ciutat Vella, ni entre las fachadas del Paseo de Gracia y las de Escudellers. ¿Acaso la familia del 2º B se parece a la del 4º H? Sigue discriminando y pasarás de lo plurinacional a lo plurivecinal. Se hace el campo orégano para los sembradores de discordias y para los usufructuarios de la multiplicación de fronteras, vallas y tabiques.

Ver, en este contexto, el sarcástico "Badalona es una nación y tiene derecho a la autodeterminación", de Miquel Porta Perales (Economía Digital, 27/6).

Lo llevan en el ADN

No fueron los sentimientos patrióticos los que impulsaron al entonces candidato a desplegar aquella descomunal bandera de España. Eligió ese decorado porque alguien le garantizó que así atraería votos, y la ambición lo movió a manosear el símbolo nacional para sus propios fines. Ahora, la marea de totalitarismos chavistas, nacionalistas, republicanos y antisistema le ha aconsejado mutilar y desmembrar aquel paño que había enarbolado desaprensivamente, para reducirlo a jirones utilitarios.

Tampoco fue la esquizofrenia sino el cinismo de los trepadores sin principios lo que hizo que, al cerrar el 39º Congreso Federal del PSOE, los mismos que acababan de aprobar la fragmentación plurinacional que institucionaliza las peculiaridades pueblerinas entonaran puño en alto La Internacional, que idealiza la solidaridad proletaria… y su consiguiente dictadura. Lo llevan en el ADN: Rodríguez Zapatero, alcahuete de Recep Tayyip Erdogan y Nicolás Maduro, y el ala guerrista del PSOE, cantaban todos los años La Internacional con el puño en alto y un pañuelo rojo anudado al cuello en el festival minero de Rodiezmo, jaleando al capo sindical José Ángel Fernández Villa, hoy acusado de defraudar 1,4 millones de los fondos de un geriátrico (El País, 30/5).

Estulticia tribal

El coche usado de la plurinacionalidad que nos quiere vender el chamarilero Sánchez se quedó sin frenos en Bolivia. Su extraviada agente comercial Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, nos cuenta que su último modelo está boyante en el emporio de la coca y elogia sus virtudes (Europa Press, 19/6). Más pluri que nacional, Bolivia, con 10 millones de habitantes, reconoce en la Constitución de 2009 unas 30 naciones indígenas originales, algunas de las cuales apenas cuentan con 40 aborígenes, en tanto que los idiomas oficiales son 37, incluido el castellano (LD, 20 y 21/6).

Copiar el modelo boliviano implicaría retroceder a niveles mortíferos de estulticia tribal. Leímos en un titular de El País (3/11/2003) que en el Encuentro Social Alternativo, vástago del Foro Social Mundial patrocinado por líderes del movimiento antisistema como Noam Chomsky e Ignacio Ramonet, indígenas latinoamericanos exigieron a los gobiernos "la defensa y promoción de sus medicinas tradicionales":

En el acto estuvo presente el ministro de Educación de Bolivia, Donato Ayma, quien saludó a los asistentes en las lenguas aymara y quechua y defendió igualmente "el conocimiento milenario que atesora la farmacopea popular. Son conocimientos adquiridos de nuestros antepasados en la universidad natural y mantienen vivas las más ricas culturas de América Latina".

Es revelador el entusiasmo con que muchos demagogos populistas que critican los fallos de nuestro sistema de sanidad pública aplauden la política de sus compadres ideológicos, que ponen la salud y la vida de los indígenas en manos de curanderos indocumentados.

Enclaves endogámicos

Pero los maniáticos empeñados en fracturar las sociedades organizadas para multiplicar los rentables enclaves endogámicos necesitan acabar, ante todo, con el imperio de la ley, restableciendo el poder ancestral de los caciques. La iniciativa la formuló con un extravagante galimatías Baltasar Garzón, cuando aún podía enmascarar su histrionismo tras su condición de juez (LV, 2/4/2002):

Todos aquellos que tenían una identidad propia y milenaria pasaron a ser víctimas de la "integración nacional", constituyendo en realidad una mera agregación a una absorción que por lo general no ha respetado ni la diferencia ni la diversidad. Solo la presión, incluso la sublevación de las comunidades y de los movimientos indígenas, ha hecho que ese planteamiento cambie y se dulcifique.

Y a continuación, con la soberbia típica del terrateniente que pone en su lugar a los siervos de la gleba para que no se crucen en su camino y no lo incordien en su hacienda, Garzón les concede

derecho a una organización social y a costumbre jurídica. Es decir, el respeto al derecho consuetudinario y a la resolución de sus conflictos dentro de esas normas de uso y por sus autoridades tradicionales.

Más linchamientos

Las reivindicaciones retrógradas de Baltasar Garzón y de los curanderos autóctonos se implementaron en la Constitución boliviana de 2009, aprobada bajo el mandato del líder cocalero Evo Morales. En el texto que reproduce la web Pueblos Originarios de América, que recomiendo a nuestros adalides de la plurinacionalidad, se lee:

Se considera Nación y pueblo indígena originario campesino a toda la colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones, territorialidad y cosmovisión, cuya existencia sea anterior a la invasión colonial española.

Para los nostálgicos del buen salvaje: 1492. Para los del buen señor feudal: 1714.

Esta Constitución condena a los indígenas a atrofiarse dentro de los moldes primitivos heredados de sus ancestros, incluidos los de la justicia tribal que les endilgó Garzón. Dictamina la ley: "La jurisdicción ordinaria y la jurisdicción indígena originaria campesina gozarán de igual jerarquía". El resultado de esta equiparación entre el juez togado y el cacique pintarrajeado está a la vista: Bolivia es, después de Guatemala (otro Estado pluritribal), el país de América Latina donde se ejecutan más linchamientos (Los Tiempos, La Paz, 1/4/2016). Práctica salvaje entre cuyas numerosas víctimas se contó el viceministro boliviano de Régimen Interior, Rodolfo Illanes, linchado durante un amotinamiento de mineros (El País, 26/8/2016).

Procuran embrutecernos

Afortunadamente, la España fraternal, solidaria y, sobre todo, nutrida por la cultura propia y universal sin fronteras tiene los anticuerpos necesarios para defenderse de los sembradores de odios identitarios y clasistas, y de los chatarreros ágrafos. Mientras los unos y los otros procuran embrutecernos con su cacofonía irracional, la prensa anuncia, en el clima habitual de convivencia del que disfruta la España civilizada (LV, 19/6):

El Centro Dramático Nacional habla catalán. Mario Gas, Sergi Belbel, Xavier Albertí, Josep Maria Flotats y Pere Arquillué, en la nueva temporada del CDN de Madrid.

No deseamos vivir en una nación de naciones con incrustaciones bárbaras sino, como ahora, en una nación de ciudadanos libres con garantías constitucionales. El cachivache plurinacional de Pedro Sánchez seguirá varado en la arcaica Bolivia. En España no pasaría la ITV europea.

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