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Eduardo Goligorsky

Los nuevos lerrouxistas

Es desolador ver cómo una parte de la burguesía catalana, cegada por agravios ficticios y por la mitomanía secesionista, allana el camino a los jóvenes bárbaros.

Es desolador ver cómo una parte de la burguesía catalana, cegada por agravios ficticios y por la mitomanía secesionista, allana el camino a los jóvenes bárbaros.
EFE

Es el proyectil más ignominioso que guardan en su arsenal de descalificaciones los nacionalistas catalanes: lerrouxista. Equivale a traidor, cipayo, vendido al enemigo. Alejandro Lerroux, político populista de mil caras, bautizado el Emperador del Paralelo por su capacidad para movilizar a las masas de los barrios bajos de Barcelona y ponerlas al servicio de furibundas iniciativas revolucionarias, culminó su carrera política como ministro y jefe de Gobierno durante la Segunda República, coaligándose con la derecha. Pero lo que perdura de aquella trayectoria es el recuerdo de su verborrea incendiaria contra la burguesía catalana y la Iglesia, y esto explica que su nombre se haya revestido de connotaciones insultantes. Calculo que ningún militante del nacionalismo catalán ha perdido alguna vez la oportunidad de acusar de lerrouxista a un adversario.

Para la plebe

Lo curioso y sintomático es que hoy algunos líderes y predicadores del secesionismo parecen haberse convertido en los nuevos lerrouxistas, seducidos por las propiedades taumatúrgicas del extremismo radical que impregnaba los discursos que el Emperador del Paralelo reservaba para la plebe. Lo que me hace pensar así es la atmósfera de belicosidad antisistema que satura cada día más las declaraciones y los actos del descoyuntado movimiento donde campan por sus fueros chavistas, trotskistas y anarquistas variopintos. Un ejemplo: la reacción de estos elementos en defensa de los titiriteros envenenadores de mentes infantiles, defensa a la que se sumaron –y esto es lo que deseo subrayar– quienes fungían como voceros de la gente de orden en esta olla podrida. El referéndum y el Ministerio de Plurinacionalidad de los podemitas están seduciendo a los secesionistas en el cambalache de la investidura.

El predicador Francesc-Marc Álvaro, tal vez el más mediático de estos voceros, se apresuró a comparar el enjuiciamiento de los titiriteros con lo que sucede en Arabia Saudí, China, Irán, Venezuela, Rusia, Turquía o Egipto ("Toni Batllori está en peligro", LV, 11/2), hasta el punto de imaginar que con el criterio aplicado a los titiriteros un juez podría procesar al pintamonas sectario Batllori por haber dibujado a Rajoy dentro de un ataúd. Trajo a colación, faltaría más, para disculpar las gamberradas de los titiriteros, las escenas de violencia de las obras de Shakespeare y de la película Rambo, que se exhiben libremente, y la solidaridad del mundo civilizado con los caricaturistas iconoclastas del Charlie Hebdo asesinados por islamistas fanáticos. Ejemplos, todos estos, traídos por los pelos, como las comparaciones con Crimen y castigo, con El retablillo de Don Cristóbal, de Federico García Lorca, y con la tradición de los Títeres de Cachiporra, Pulchinela y los británicos Punch and Judy que exhumaron otros amanuenses del nuevo lerrouxismo (LV, 6/2). También el alma secesionista de Xavier Antich lo lleva a encontrar un parentesco entre el burdo tremendismo lerrouxista de los titiriteros y las obras de Shakespeare y Dostoyevski ("La pancarta del títere", LV, 15/2).

Porque lo que aquí se está juzgando no es un material –ya sea culto, vulgar, violento, pornográfico o nihilista–, destinado a adultos y protegido en la sociedad abierta por el derecho a la libertad de opinión y de expresión que siempre he defendido tenazmente y que sigo defendiendo, sino una obra programada para lavar el cerebro del público infantil inculcándole sentimientos de odio hacia algunos de sus semejantes y de desprecio por los valores humanos. En este contexto, pienso que, siendo deleznable la pancarta etarra, lo son aun más el ahorcamiento del juez, la violación de la monja, el apuñalamiento de un policía y el empleo de un crucifijo como puñal. Lerrouxismo puro y duro, financiado por los desinformados contribuyentes de Madrid, defendido por la alcaldéspota de Barcelona, avalado por Podemos y sus franquicias, aplaudido por izquierdistas y progres y justificado, como vemos, por los intelectuales orgánicos del secesionismo.

Las instrucciones de Lerroux

Informa La Vanguardia (9/2) de que la alcaldesa de Madrid y exjueza Manuela Carmena

destacó la "dureza" de las medidas judiciales adoptadas, "de una gravedad que sorprende". La alcaldesa ha situado la obra en el marco del carnaval, un periodo de sátira y de “rotura de los márgenes de la libertad de expresión”.

Los chavileninistas también se disfrazaron de libertarios, según la misma información:

"Que alguien pueda estar en la cárcel por una obra de teatro me parece muy grave", señaló el líder de Podemos, Pablo Iglesias.

Sí, son los nuevos lerrouxistas. No exagero. Durante la Semana Trágica de Barcelona, en 1909, y más tarde durante la Guerra Civil, las bandas usurpadoras del poder ciudadano sembraron el terror obedeciendo las famosas instrucciones que Lerroux había dado en el periódico La Rebeldía el 1 de septiembre de 1906:

Jóvenes bárbaros de hoy: entrad a saco en la civilización decadente y miserable de este país sin ventura; destruid sus templos, acabad con sus dioses, alzad el velo de las novicias y elevadlas a la categoría de madres para virilizar la especie. Romped los archivos de la propiedad y haced hogueras con sus papeles para purificar la infame organización social. Penetrad en sus humildes corazones y levantad legiones de proletarios, de modo que el mundo tiemble ante sus nuevos jueces. No os detengáis ante los altares ni ante las tumbas… Luchad, matad, morid.

Parece el argumento del guiñol enjuiciado, pero por lo menos Lerroux se dirigía a los jóvenes bárbaros y no a una platea infantil cautiva y vulnerable a los mensajes tóxicos.

El reagrupamiento de los nuevos lerrouxistas -con las previsibles fricciones tabernarias entre quienes compiten por el usufructo del poder hegemónico- se manifiesta en el hecho de que en el mismo artículo el secesionista Francesc-Marc Álvaro se compadece, por primera vez, de las imputaciones que pesan sobre el chavileninista Pablo Iglesias y su cuadrilla. Denuncia Álvaro:

No se me escapa que la derecha madrileña no tiene manías a la hora de presentar al gobierno de Carmena como un grupo peligroso, ni tampoco se puede desvincular este episodio de los fuertes recelos que genera en muchos círculos de poder la aparición de Podemos. En Catalunya sabemos muy bien hasta qué punto existe una estrategia planificada para demonizar ciertas opiniones y movimientos; lo que ahora sufre la gente de Iglesias no es nuevo.

Solapados y escandalosos

Es lógico, por otra parte, que a los secesionistas no les repugne la política encaminada a envenenar las mentes infantiles con mensajes de odio. Ellos ya han blindado el sistema de enseñanza contra la lengua, la cultura y la historia de sus compatriotas y familiares españoles, y han convertido las visitas de las escuelas a los escombros del Born en un pretexto para impartir clases de rencor atávico. El discurso cainita de Lerroux adaptado para un auditorio virgen. El vehículo para el adoctrinamiento precoz pueden ser los títeres gobernados por comunistas y anarquistas o las escuelas públicas gobernadas por secesionistas y antisistemas, pero en ambos casos los abusos nos recuerdan, por lo solapados y escandalosos, los que han practicado los corruptores contra los alumnos de los Maristas de Sants. Son atropellos –tanto da que sean políticos o sexuales–, contra la inocencia y la indefensión de los menores de edad.

Es desolador ver cómo una parte de la burguesía catalana, cegada por agravios ficticios y por la mitomanía secesionista, allana el camino a los jóvenes bárbaros que, obedeciendo las instrucciones que el atrabiliario Lerroux les impartió hace 110 años, vienen a despojarla de sus derechos, de su libertad, de sus bienes y de sus hijos y a poner la sociedad patas arriba.

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