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Eduardo Pedreño

Diez años de soluciones mágicas

Van a por Google, siguiendo una incontestable lógica: tiene pasta. Así que lo último con lo que hemos tenido que desayunarnos ha sido con un prestigioso juez americano, Richard Posner, proponiendo abiertamente la ilegalización potestativa del hipervínculo

Hace unas semanas asistí en un congreso en Alemania a la presentación de un alto directivo de una multinacional editora que publica numerosos periódicos y revistas. Su análisis y diagnóstico sobre la grave crisis que afronta el sector no podían ser más correctos y aceptables. Pero a la presentación le faltaban dos elementos esenciales: primero, la autocrítica; segundo, la solución al problema. Cuando llegó el apartado de las soluciones el directivo en cuestión dijo que la naturaleza de su negocio estaba basada en el copyright, y que las soluciones tenían que venir por ahí. Tras haber oído un interesante análisis del sector, mi sorpresa fue mayúscula al volver a encontrarme en el punto de partida. Y cuando hablo del punto de partida me refiero a 1999, que es la primera vez que escuché a estos brillantes ejecutivos hablar de las soluciones al "problema" de internet (entonces hablaban de marcas de agua, controlar todo el contenido que pasa por las redes y cosas parecidas, a muchos les sonarán estas propuestas).

Si se paran a pensarlo, la cosa tiene gracia. Llevamos diez años oyendo hablar a la industria de los contenidos sobre las soluciones a los retos que plantea internet. Y resulta que en origen ya pensaban lo mismo que ahora. Y no sólo eso, sino que durante diez años se han estrellado estrepitosamente contra todos y cada uno de los retos que les ha planteado la tecnología e internet y se han ido encerrando progresivamente en un puñado de mentiras. Mentiras como que la culpa es de la piratería, que esto de internet es una cosa pasajera, que nada como demandar a los consumidores para disuadirles de compartir contenido, que la mejor manera de rentabilizar el contenido es crear los clubes de los mejores informados (sic), que la solución a todos los males de los periódicos es cobrar a las empresas de resúmenes de prensa, que hay que ilegalizar los hipervínculos (circa 2002), que nada como cobrar unos cuantos cánones a todo lo que se menea para solucionar este problemilla de la piratería (aunque nominalmente siempre se hable de la "copia privada"), etc.

Pues sí, en todo eso se han estrellado, pero lo mejor es que siguen con la matraca del copyright. La crisis económica, lejos de infundir cierto sentido común a las mentes pensantes que han perpetrado diez años de desastrosa gestión, ha dado nuevas alas para continuarlo. Ahora van a por Google, siguiendo una "compleja" e incontestable lógica: Google tiene pasta. Así que lo último con lo que hemos tenido que desayunarnos ha sido con un prestigioso juez americano, Richard Posner, proponiendo abiertamente la ilegalización potestativa del hipervínculo. Es decir, que si tú te niegas a que te hipervinculen, y a pesar de todo lo hacen, multa. De donde yo vengo el hipervínculo es una cortesía, una fuente de tráfico, una manera de conseguir la atención, la preciadísima atención, de una persona. Donde el común de los mortales vemos esto, la industria editorial ve una fuente de dinero no explotada. Google News es la enésima tabla de salvación de la industria.

El único problema es que no lo es, como no lo eran las anteriores decenas de soluciones mágicas a las que se ha aferrado la industria, cuyo modelo de negocio se va al agua. Internet y su arquitectura abierta facilita el intercambio de información, pero va mucho más allá. Despoja a una gran parte del contenido de su valor intrínseco, y premia al contenido de calidad; destruye el valor de la noticia tal y como lo entendíamos hasta ahora, y premia el criterio, el análisis, la opinión, el insight. Context is king. Lo más increíble es que hasta eso están dispuestos a apisonar desde la industria editorial de acuerdo con la propuesta de otra periodista, esposa de un senador americano (o sea, que hace lobby desde casa): afirma sin arrugarse que el copyright de la propia noticia debería durar 24 horas, es decir, que el propio hecho noticiable ya podría ser sujeto de copyright para así poder dar algo más de valor económico a la noticia y que durante 24 horas ni Google ni otro agregador, ni otro medio o blog, podría contar lo allí dicho sin permiso del autor (previo pago, suponemos). ¿Para qué molestarse en repensar tus modelos de negocio si siempre tienes un legislador a mano que te eche un cable en momento de necesidad?

Y así pasamos los años, viendo cómo la industria sigue igual de ciega en la salud y en la enfermedad, y viendo cómo se sacan nuevas soluciones mágicas de la manga que justifiquen la dimensión que adquirieron en siglos pasados y perpetúen la mentira de su importancia, su relevancia y su influencia. El cuarto poder, cada vez menos poderoso, y experimentando en sus propias carnes los estertores de la bestia. ¿Hasta cuándo?

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