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Eduardo Pedreño

Internet y la libertad

Occidente no puede permitirse el lujo de tolerar que los gobiernos legislen en contra de los ciudadanos y en contra de la libertad en la red. No podemos ver lo que está pasando en estos países y sacrificar nuestras libertades por comodidad o desidia.

Corría 2001 y la internet española (entonces la sombra de lo que hoy es) se alzaba en pie de guerra contra la LSSI, una ley intervencionista donde las hubiera que ocho años después apenas se aplica. La tercera guerra mundial, la llamaron, y tal fue la movilización que pareciera que con ella acabó la guerra y ya no ha hecho falta preocuparse más del tema. En 2009, sin embargo, nuestras libertades se baten en retirada, tenemos ministras-lobby, la LSSI se ha endurecido y las industrias de contenido se plantean perseguir a usuarios particulares y cierres de webs sin autorización judicial. En Francia, el Tribunal Constitucional ha tumbado una ley que proponía recortes en los derechos fundamentales de los ciudadanos y en otros países surgen iniciativas similares, en un contexto de crisis económica en la que las industrias más perjudicadas buscan que los ciudadanos paguen los platos rotos de sus desatinos de gestión. Y tal vez nos esté bien empleado por haber luchado esta guerra tan mal, y sin darnos cuenta en 2001 que esta lucha duraría muchos años, tal vez décadas.

Porque el problema fundamental de internet, aquí y sobre todo en Irán, China, Nepal o Cuba, es que la red y la libertad están indisolublemente unidas, tanto que resulta difícil concebir internet sin libertad. Y eso es un problema porque el poder político y el intervencionismo gubernamental tiende hacia el control, la regulación, la prohibición y la censura, según la calidad democrática de cada país.

Siempre se ha dicho que de lo que pasaba al otro lado del telón de acero apenas nos enterábamos en occidente, porque casi ninguna atrocidad quedaba documentada en regímenes que eran enemigos declarados de las libertades individuales. Hoy, lógicamente, quedan regímenes con las mismas características, pero la red y el mundo digital nos permiten estar informados, por canales no convencionales, de lo que sucede, por confusa que sea la información. Pese a que Irán ha expulsado a los periodistas extranjeros en el contexto de gravísimas revueltas populares seguimos informados de lo que allí sucede por Youtube o Twitter, y los internautas iraníes se las ingenian para saltarse los límites técnicos y hacer llegar la información fuera de sus fronteras. El día que la información libre haga caer un régimen autoritario (y ese día puede no estar muy lejano) tal vez comprendamos hasta qué punto el poder de la red social rivaliza con el poder político, y hasta qué punto el divorcio de las clases dirigentes con los ciudadanos se hace más patente en este contexto. Porque ya no hace falta ni un blog, basta con tener un móvil y poder grabar un vídeo y subirlo a internet para que quede constancia de algo.

Muchos manifestantes iraníes portaban, en alguno de los muchos vídeos que han aparecido en la red, las famosas palabras de Ghandi: "Primero te ignoran. Luego se ríen de ti. Después te atacan. Entonces ganas". Estamos en la fase del ataque, ya nadie se ríe ni ignora internet, sólo lo atacan porque su dimensión se ha convertido en algo inabarcable e incontrolable. Que hoy nos enteremos de lo que pasa en Irán, Nepal o Cuba, como ejemplos recientes (el de Cuba, perenne) es un factor de erosión que ni los mayores enemigos de la libertad (muchos de ellos con carnet de demócratas) pueden ignorar.

Volviendo al argumento inicial, Occidente no puede permitirse el lujo de tolerar que los gobiernos legislen en contra de los ciudadanos y en contra de la libertad en la red. No podemos ver lo que está pasando en estos países y sacrificar nuestras libertades por comodidad o desidia. La guerra que algunos pretendieron luchar en 2001 hay que librarla en 2009. Y en 2010. Y así. Tenemos los instrumentos para hacerlo al alcance de nuestro teclado. Tenemos la obligación y la responsabilidad, y probablemente nos falta la motivación, que tal vez tengamos que buscar fuera, en sitios como Irán o Cuba.

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