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Edward H. Crane

Hacia el liberalismo

A principios de abril, Cato Institute organizó una conferencia en Rusia. La primera parte la hicimos en Moscú, con la asistencia de unas 300 personas representando a un par de docenas de países, mientras que la segunda parte fue en San Petersburgo. Ian Vásquez de Cato y Andrei Illarinov, asesor libertario del presidente Putin, prepararon el extraordinario programa. El tema fue sobre lo que las naciones en desarrollo deben hacer para crear una sociedad civil próspera. Milton Friedman, por vía de grabaciones en video, abrió ambos eventos con recomendaciones a los rusos, europeos occidentales, chinos y latinoamericanos en la audiencia para que estudiaran las instituciones de Estados Unidos y Gran Bretaña hace un siglo, cuando el inmenso crecimiento de esas dos sociedades estaba en medio del proceso de crear la riqueza que hoy nos permite malgastarla en regulaciones y burocracias innecesarias.
 
El grupo de distinguidos expositores incluyó al destacado economista Arnold Harberger de la Universidad de California en Los Angeles; Daniel Yergin, coautor de “The Commanding Heights: The Battle for the World Economy”; José Piñera, líder mundial en la lucha por privatizar los sistemas de pensiones; Mart Laar, ex primer ministro de Estonia; Ruth Richardson, ex ministra de Hacienda de Nueva Zelanda y Andrei Illarianov.
 
Pero algo que me impresionó aún más que las conferencias fue la vitalidad y energía que se nota en las calles tanto de Moscú como de San Petersburgo. La gente en la calle se ve llena de vida y con caras sonreídas. Se nota actividad económica por todas partes. Las tiendas de todo tipo se ven prósperas y los restaurantes ofrecen exquisitas comidas, a lo contrario de mi experiencia cuando en 1990 tuvimos la primera conferencia de Cato Institute en Moscú. August Meyer, quien tiene inversiones en una exitosa cadena de súper tiendas en San Petersburgo, me decía que “es como ver florecer a la sociedad civil”.
 
Para mí lo más interesante del viaje fue la reunión de cuatro horas y media con el presidente Vladimir Putin, en su residencia en un suburbio de Moscú. Nueve de los conferencistas acudimos a la cita, la cual fue cubierta por unos 30 periodistas. Entre los asistentes estaban Piñera, Yergin y Richardson. José, desde luego, presionó a Putin para que reformara y simplificara el programa de Seguro Social. Yergin hizo énfasis en la importancia del poder de las ideas en cambiar al mundo. Richardson instó al presidente ruso a acelerar las reformas. Y yo le hablé de la importancia de crear confianza en los buenos resultados políticos y económicos de una sociedad libre. Recordé al filósofo Lao Tse en el sentido que los líderes fuertes dejan tranquila a la gente. También hice énfasis en que para atraer capital extranjero, lo cual Putin tiene que hacer para cumplir con su promesa de doblar el tamaño de la economía rusa en 10 años, Rusia debe funcionar bajo el imperio de la ley, sin corrupción en los tribunales de justicia y la protección de los contratos.
 
Al final mencioné que algo también muy importante en atraer capitales, que a menudo no se toma en cuenta, es una prensa libre. Claro que la libertad de prensa es principalmente una cuestión de libertad civil, pero los inversionistas extranjeros ven la libertad de prensa como una protección institucional para sus inversiones. Indiqué que al mundo exterior le preocupa que el gobierno de Putin intimide a los medios y eso tiende a frenar el crecimiento económico.
 
El presidente Putin me impresionó por su inteligencia y seriedad. Nos dijo: “Deben regresar el año próximo. Quiero hacer de Moscú el centro del debate liberal en Europa”. El hecho que quiso reunirse por cuatro horas y media con nueve liberales extranjeros nos hace optimistas sobre el futuro de Rusia.
 
Edward H. Crane, presidente del Cato Institute
 

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