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Edward L. Hudgins

El delito de Linda Chávez

Washington convierte virtudes en delito

Sólo en la sociedad moralmente enferma de Washington, las acciones caritativas de Linda Chávez --quien había sido postulada por George W. Bush para ocupar la Secretaría del Trabajo-- son condenadas como delitos políticos, en lugar de ser celebradas como virtudes cívicas. Que la Sra. Chávez haya retirado su candidatura revela políticas perversas que deben ser encaradas y eliminadas por el nuevo gobierno.

La historia es que Linda Chávez alojó en su casa a Marta Mercado, una inmigrante guatemalteca que no tenía techo, no tenía dinero y requería ayuda. La Sra. Chávez le ha podido dar algún dinero y desearle buena suerte, pero más bien la invitó a quedarse en su casa y le dio algún dinero para sus gastos. Y no se trata de la primera vez que hacía algo parecido.

¿Se ofreció Marta Mercado, entonces, para ayudar en algunas labores domésticas? Claro que sí. Ni siquiera los políticos corruptos pueden dejar de entender que alguien desamparado y sin saber hablar inglés, a quien un extraño lo invita a su casa demuestra su gratitud ayudando en lo que puede. Marta también demostró su agradecimiento tomando clases de inglés y trabajando a medio tiempo en el vecindario. Es decir, tratando de hacerse autosuficiente para no tener que depender indefinidamente de la bondad de extraños. Y todo esto fue logrado sin dinero proveniente de los impuestos, que es como a la izquierda le gusta ayudar a los demás. ¡Qué historia tan bonita!

Entonces, ¿cómo es que en Washington las virtudes se convierten en delitos que impiden que Linda Chávez sea la nueva secretaria del Trabajo? A través de malas leyes que tienen que ser abolidas.

Algunos de sus críticos dicen que Chávez habría tenido que investigar a Mercado y averiguar si se encontraba en Estados Unidos ilegalmente. Pero las leyes que convierten a los empleadores en espías deben ser abolidas. La función del patrón es dar trabajo para producir bienes y servicios y no la de convertirse en espías del gobierno federal. La realidad actual es que los empleadores que desconfían de todos los que se aparecen buscando empleo de piel morena o con un apellido español incumplen la ley contra la discriminación. Y si no lo hacen, incumplen las leyes de inmigración.

A Linda Chávez se le acusa de proteger a una indocumentada. ¿Queremos acabar con la inmigración ilegal? Es muy simple, revoquemos las leyes de inmigración y abramos las fronteras a cualquiera que quiera venir a Estados Unidos a trabajar, a vivir en libertad y a prosperar.

Este país fue construido por inmigrantes. Los inmigrantes aspiran a una mejor vida. No se satisfacen con la opresión, la pobreza y la falta de oportunidades que prevalece en sus países. Los inmigrantes tienen espíritu emprendedor. Tienen iniciativa y valentía para enfrentar lo desconocido; toman riesgos y están dispuestos a trabajar duro para alcanzar la prosperidad y un mejor futuro para su familia.

¿Ha debido Linda Chávez evitar que sus acciones pudiesen ser mal interpretadas y pagar las retenciones sobre el dinero que le daba a Marta Mercado? La contestación es que el gobierno no tiene que meterse en los arreglos entre el trabajador y el empleador. Esos impuestos aumentan el costo de dar empleo y por lo tanto causan desempleo.

Es un triste reflejo del excesivo poder y control gubernamental que personas como Linda Chávez terminen siendo castigadas por sus admirables actos de caridad con el prójimo.

©AIPE

Edward L. Hudgins es director de Estudios sobre Regulaciones del Cato Institute.

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