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Emilio Campmany

Abatimiento infecundo

Si los catalanes quieren separarse, que lo hagan. Pero encima que no venga el rey a sermonearnos y pedirnos que no caigamos en el abatimiento.

El rey ha tomado cartas en el asunto. Su Casa lleva años advirtiéndonos de que el rey no puede hablar de política. Como si el resquebrajamiento de la nación de la que es soberano no tuviera nada que ver con él. Pero ahora lo ha hecho. ¿Por qué? Porque la situación es de extrema gravedad. Y es verdad que lo es, pero cuánto ha tardado en darse cuenta. En Cataluña, lo es desde hace muchos años, desde que allí dejó de estar vigente la Constitución. Lo es sobre todo desde que Zapatero, que según el rey sabía muy bien lo que hacía, se empeñó en sacar adelante un estatuto inconstitucional. Debió de ser que por aquel entonces el monarca leyó el artículo de Antonio Hernández Mancha en El País. "España no se rompe", se titulaba. Decía allí el abogado del Estado:

Lo cierto es que la intuición conduce a una conclusión menos pesimista. La intuición conduce a concluir que, pese a todo, España no se rompe. No sé cómo. Pero sí sé que no se rompe. Por tanto, resultará desmesurada –y por desmesurada, falsa– toda formulación política que parta de tan exagerada aseveración.

Eppur si rompe, que diría Galileo. Y es facílismo saber por qué, sin necesidad de recurrir a intuición alguna. Se rompe porque quienes se tenían que ocupar de que no se rompiera llevan lustros dimitidos de su función. Esa responsabilidad alcanza a todos los presidentes de Gobierno que hemos tenido y al rey.

Ahora que el resto de los españoles estamos tan hartos de los catalanes como al parecer ellos de nosotros, su majestad nos canta las cuarenta, pero en vez de llamar a capítulo a los secesionistas, nos regaña a los demás y nos conmina a no ser unos irresponsables y no caer en el abatimiento infecundo. Pues yo ya no soy capaz de evitarlo. No sé lo infecundo que es mi abatimiento, supongo que mucho. Lo que sí sé es que es un abatimiento harto de una ciclópea irritación, por no decir otra cosa.

Los Gobiernos de Cataluña llevan años dando motivos más que sobrados para la suspensión de la autonomía. Se colocaron en esa situación sobre todo cuando decidieron incumplir las sentencias de los tribunales españoles. Ahora convocan elecciones de carácter plebiscitario para convocar un referéndum sobre la autodeterminación con absoluto desprecio a la legalidad, lo que es más que suficiente para suspenderla hoy, puesto que no quiso hacerse cuando correspondió. Ni Rajoy lo va a hacer, ni el rey lo va a sugerir. Ni ahora, ni cuando hagan el referéndum. ¿Y somos nosotros los que tenemos que arreglarlo evitando la irresponsabilidad de caer en un abatimiento infecundo? Vamos anda. Si los catalanes quieren separarse, que lo hagan. Pero encima que no venga el rey a sermonearnos y pedirnos que no caigamos en el abatimiento. Me abatiré todo lo que me dé la gana, tras ver hasta dónde nos ha conducido su reinado.

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