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Emilio Campmany

¡Al agua, patos!

Iglesias y Sánchez están jugando al gallina y el juego no terminará sino cuando el calendario los acerque al choque final el 23 de septiembre.

Iglesias y Sánchez están jugando al gallina y el juego no terminará sino cuando el calendario los acerque al choque final el 23 de septiembre.
Iglesias, en un mitin. | EFE

Hay estos días en la prensa múltiples comentarios recriminando las vacaciones de los políticos. Son frecuentes también los que denuestan a senadores y diputados porque cobran a pesar de que no hacen prácticamente nada. Muchos son los que se quejan de que los ministros vaguean. No hablemos de las críticas que ha recibido Sánchez por irse a Doñana a bañarse con su señora. En definitiva, ha generado gran escándalo la holganza que disfrutan nuestros gobernantes, especialmente los del PSOE que, en vez de acodados en el chiringuito, deberían estar ocupándose de fraguar una alianza capaz de permitirle a Sánchez superar una sesión de investidura.

Tales censuras no pueden ser más injustas. La verdad es que no hay nada que negociar. Pablo Iglesias y Pedro Sánchez están jugando al gallina y el juego no terminará sino cuando el calendario los acerque al choque final el 23 de septiembre. Cuando falten unos días para esa fecha, si a Sánchez le da miedo que la derecha le gane las elecciones en noviembre, algo improbable, pero no imposible, cederá y pasará por tener ministros de Podemos. Si al borde de la convocatoria es Iglesias el que se arruga a la vista de unos comicios que pueden dejarle en la mitad de la mitad de los escaños que tuvo en 2016, le firmará un cheque en blanco a su rival y tendremos investido a Sánchez in extremis. Ni que decir tiene que esto último es lo más probable. Pero esa no es la cuestión. La cuestión es que nuestros políticos no hacen nada porque no tienen nada que hacer mientras la fecha fatídica no esté próxima. Y no es de recibo criticarles por hacer lo único que pueden hacer, que es sentarse a esperar. Y, si pueden hacerlo en la playa, mejor que gastando aire acondicionado en Madrid.

Ahora, con ser un poderoso motivo para veranear el no tener nada que hacer, hay razones de más peso para desear que se estén en la playa todo el tiempo que les venga en gana. Puede parecerles a los más agarrados y roñosos que pagarles las vacaciones a estos gandules es un despilfarro que no deberíamos permitirnos. Está muy lejos de ser así. No hay dinero mejor gastado ni inversión más rentable. Mientras chapotean en el agua felices como perdices, nuestros políticos no irán al BOE a implementar ninguna de las muchas ocurrencias por minuto que salen de sus derretidos sesos. Si se piensa con atención, el negocio del siglo sería tenerlos de vacaciones pagadas doce meses al año. Si encima la alternativa más probable es un Gobierno del PSOE respaldado por nacionalistas y comunistas, el tenerlo pospuesto indefinidamente, aunque sea a nuestra costa, sería más productivo que Inditex para Amancio Ortega. Los beneficios que extraeríamos los contribuyentes a cambio de unos modestísimos gastos en flotadores de pato, manguitos y bañadores turbo, más conocidos como bragas náuticas, serían unos dividendos inmensos. Si logramos que la situación se perpetúe durante los meses suficientes nos estudiarán en las escuelas de negocios. Es imperioso acallar las críticas. Que veraneen de por vida. Y nosotros, a pagarlo bien a gusto.

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