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Emilio Campmany

De entre la hojarasca

Cabe que Sánchez no quiera realmente ir a nuevas elecciones, porque una cosa es lo que Tezanos nos dice y otra muy diferente lo que le dice a su señorito.

Cabe que Sánchez no quiera realmente ir a nuevas elecciones, porque una cosa es lo que Tezanos nos dice y otra muy diferente lo que le dice a su señorito.
EFE

Los políticos hacen con nosotros lo que los antidisturbios con los manifestantes violentos: nos tiran granadas de humo para que no veamos lo que pasa. El País, nunca inocente, sólo encuentra una certeza, que PSOE y Podemos tienen hasta el jueves para negociar un pacto de gobierno. Le pasa a este periódico que miente hasta cuando no pretende hacerlo. Y la cuestión es clave para entender entre tanta hojarasca lo que ocurre. La verdad es que PSOE y Podemos no tienen hasta el jueves para negociar. Tienen dos meses, hasta la fecha de septiembre en la que haya que convocar elecciones generales para que se celebren en noviembre. Ninguno de los dos partidos tiene necesidad alguna de ceder hasta ese momento. Sánchez puede displicente seguir ofreciéndole a Iglesias un plato en la cocina y éste enrabietado continuar exigiendo que le dejen sentarse en el comedor con los mayores. Hay tiempo de sobra. En el caso de Sánchez, además, durante los dos meses que faltan para que sea inexcusable convocar elecciones, podría darse la feliz circunstancia de que Casado y Rivera se ablandaran, o los ablandara alguien, y se convencieran, especialmente Rivera, de que más vale dejar gobernar a Sánchez que acudir a medirse con él en las urnas.

Es posible que PSOE y Podemos estén condenados a entenderse. Es probable que Iglesias no sea capaz de mantener el órdago hasta el final por miedo a que Errejón y Carmena le levanten la merienda en unas elecciones en noviembre. Cabe que Sánchez no quiera realmente ir a nuevas elecciones, porque una cosa es lo que Tezanos nos dice y otra muy diferente lo que le dice a su señorito. A lo mejor, incluso, tanto Iglesias como Sánchez quieren llegar a un acuerdo y lo único que ocurre es que ambos quieren extraer, antes de cerrarlo, tantas ventajas como puedan para sus respectivas formaciones. Puede que todo esto sea así. Pero lo improbable es que ese acuerdo llegue este jueves, habiendo como hay tiempo de sobra para seguir negociando y, por lo tanto, sin que haya necesidad inmediata de que ninguno se apee del burro en el que están subidos.

Otra cosa es el daño que mientras tanto hace a la Constitución y al rey el empleo de estas tácticas de fulero. Para empezar, Sánchez se hace proponer por don Felipe como candidato a la presidencia del Gobierno sin tener apalabrado un solo apoyo relevante. Olvida que, cuando después de unas elecciones el monarca recibe a todas las fuerzas parlamentarias, no lo hace por mera cortesía, sino para comprobar si algún candidato tiene respaldos suficientes para ser investido y en consecuencia proponerlo. No sólo, sino que Sánchez, ya candidato, continuó negándose a negociar nada. Este comportamiento es de algún modo inconstitucional porque deja sin razón de ser las consultas del rey, ya que, para acabar proponiendo al cabeza de la lista más votada por el mero hecho de serlo, no hace falta que Felipe VI consulte a nadie. Fatuo, soberbio, egocéntrico e insensato, además de algo corto.

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