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Emilio Campmany

Desolador

Camino de la liquidación del régimen que mayor prosperidad y libertad nos ha dado, la derecha se dedica a boicotear las posibilidades de evitar el desastre.

Camino de la liquidación del régimen que mayor prosperidad y libertad nos ha dado, la derecha se dedica a boicotear las posibilidades de evitar el desastre.
Santiago Abascal, dirigiéndose a Pablo Casado desde la tribuna del Congreso. | EFE

Sometidos a un Gobierno liberticida dirigido por un iletrado Kerenski y dominado por un jibarizado Lenin, camino de la liquidación del régimen que mayor prosperidad y libertad nos ha dado a los españoles, la derecha se dedica a boicotear las posibilidades que hay de evitar el desastre.

Santiago Abascal, cegado por sus aduladores, se permitió ser líder de la oposición durante un día y medio para cantarle a Sánchez las cuarenta que Casado nunca se atrevió. Pero, al hacerlo, se presentó en la tribuna de oradores disfrazado de la caricatura que de él hace la izquierda. No podía conformarse con llamar al de Sánchez el peor Gobierno de la democracia, tenía que compararlo con los de la dictadura para adornarse con la tacha de franquista que sus enemigos le achacan. Se metió con George Soros como si quisiera ser más de derechas que Viktor Orban. Acusó a Xi Jinping de propagar el virus y arremetió contra el director de la Organización Mundial de la Salud como si fuera Trump. Clamó contra la inmigración ilegal disfrazado de Le Pen. Tan sólo le faltó negar la realidad de la pandemia fingiendo ser Bolsonaro y respaldar la reforma que Sánchez quiere hacer del Consejo General del Poder Judicial para mostrar su solidaridad con el Gobierno polaco. Se cubrió con todos los clichés de la derecha nacionalista europea. Incluso se vistió de euroescéptico.

Se sabía que su fin último era poner en un brete a Casado insuflando a la crítica contra el Gobierno la energía, vehemencia y solidez que el descafeinado Casado no pone. Pero, queriendo a toda costa que el PP votara ‘no’, fue lo suficientemente atrabiliario como para que a Génova no le quedara otra. Es la manera que tuvo de demostrar que es el único líder genuinamente de derechas. ¡Qué error! La derecha española es más conservadora que liberal, pero la mayoría no tiene nada que ver con esa parodia de sí mismo que hizo Abascal.

Aún peor, si cabe, fue lo de Casado. Tras dejarse arrastrar a la arena de Abascal, se vio en la obligación de evitar que lo metieran en el mismo saco. Así fue como acabó obedeciendo a Sánchez, votando ‘no’, que es casi tanto como votar ‘sí’ al actual presidente de Gobierno. El fraudulento doctor no desaprovechó la ocasión que se le ofreció, se mostró condescendiente y paternal, perdonó al líder del PP haber sido un día de derechas y le extendió un carnet de demócrata de segunda. Encima se adornó haciendo de la necesidad virtud al retirar la propuesta de reforma del CGPJ, que Europa, no Móstoles, jamás habría dejado prosperar. Sólo falta que Casado, ahora que le dejan pertenecer al selecto club en el que son socios de honor la Esquerra y Bildu, se avenga a pastelear el nuevo CGPJ.

Tanto Casado como Abascal tienen motivos para mesarse los cabellos ante el desastre que se avecina. Pero en realidad no creen en él, como demuestra que dediquen el noventa por ciento de su labor política a que el otro no le levante la merienda. No estarán tan mal las cosas cuando, en vez de unirse para derrotar a este Gobierno radical de socialistas y comunistas que tontea con el golpismo catalán y los filoterroristas vascos, prefieren enfrentarse el uno al otro como dos cérvidos en berrea ante el electorado de derechas, que si pudiera los mandaría a los dos a la porra.

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