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Emilio Campmany

El 'ayusazo' en Cataluña

Hay que ver la que armaron Sánchez y Arrimadas cuando decidieron poner una moción de censura en Murcia.

Hay que ver la que armaron Sánchez y Arrimadas cuando decidieron poner una moción de censura en Murcia.
Salvador Illa y Pere Aragonès, en el Parlamento regional de Cataluña. | EFE

Cuando se celebraron las elecciones en Madrid, Cataluña se veía abocada a unas nuevas elecciones por la falta de acuerdo entre las formaciones nacionalistas. Toda la discusión se centró en que Puigdemont quiere una dirección colegiada con Esquerra del proceso de independencia con el fin de acelerarlo cuanto sea posible y Junqueras prefiere negociar en solitario con el Gobierno de Sánchez las concesiones que éste va a hacer. Hay por supuesto un debate acerca de cuál es la estrategia más inteligente, si la más pausada y tranquila de la Esquerra o la otra más apresurada y arrebatada de Junts. Pero obviamente también cuenta la situación personal de cada líder. Mientras Puigdemont está en Waterloo sin poder volver a Cataluña, lo que le provoca una evidente impaciencia, Junqueras está en España pendiente de que le concedan el indulto como concesión previa a cualquier avance en pos de los objetivos independentistas. Puigdemont quiere arrebatarle al débil Sánchez la independencia. Y Junqueras cree que puede negociarla abusando de su debilidad. Como ambos coinciden en querer aprovechar la inanidad de nuestro actual presidente, a veces fuera de Cataluña no se entiende qué impide a Junts y a Esquerra llegar a un acuerdo. Pero el caso es que la diferente estrategia complica el acuerdo y la distinta situación de sus líderes lo dificulta aún más.

A unos y a otros no les importaba, con tal de no dar su brazo a torcer, ir a unas nuevas elecciones y dejar que el 26 de mayo se agote el plazo para alcanzar un acuerdo de investidura. Pero, en estas, ganó Ayuso. El éxito económico de Madrid, fruto de las políticas liberales, no puede ser visto más que con algo de envidia por quienes mueven la economía en Cataluña, empobrecida por años de gobierno sectario e intervencionista. Y, en esas condiciones, aunque volvieran a ganar las nuevas elecciones que habría que celebrar, es imposible que los independentistas repitieran el éxito que obtuvieron en febrero, cuando su bloque logró por primera vez más votos que el del unionismo.

El día después de la victoria de Ayuso, la firme decisión de ir a nuevas elecciones se tambaleó e inmediatamente Junts se ofreció a facilitar la investidura de Aragonès a cambio de casi nada, siempre que baste el voto de cuatro de sus escaños, por haber la Esquerra llegado a un acuerdo con Podemos. Pero los comunistas catalanes no quieren saber nada de Junts, que no deja de ser derecha, y prefieren un Gobierno de izquierdas con el PSC y la Esquerra. Esto, sin embargo, no es fácil porque el partido de Junqueras se comprometió en campaña a primar el programa independentista sobre el social y, sobre todo, porque, en caso de darse ese acuerdo, quien tendría que ostentar la presidencia sería Illa, que es el que ganó las elecciones, y no Aragonès.

Aparentemente, el acuerdo es imposible. Pero ya verán cómo tras el ayusazo socialistas y golpistas encuentran la forma de que no haya unas nuevas elecciones que de ninguna manera quieren.

Hay que ver la que armaron Sánchez y Arrimadas cuando decidieron poner una moción de censura en Murcia.

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