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Emilio Campmany

El baloncestista enano

Se nos vendió que Macron y Sánchez habían suscrito una alianza estratégica que tenía por objeto inmediato poner al socialista Timmermans al frente de la Comisión europea. Mentira.

Se nos vendió que Macron y Sánchez habían suscrito una alianza estratégica que tenía por objeto inmediato poner al socialista Timmermans al frente de la Comisión europea. Mentira.
EFE

Se nos vendió que Macron y Sánchez habían suscrito una alianza estratégica que tenía por objeto inmediato poner al socialista Timmermans al frente de la Comisión europea. Mentira. Ese acuerdo era el que tenían Macron y Merkel. La alemana apoyaba al holandés porque, amén de que gobierna con los socialistas, es nacional del mejor aliado que Berlín tiene en Europa, y a cambio lograría para Alemania lo único que de verdad le importaba, la presidencia del Banco Central Europeo (BCE). Pero Timmermans (socialista tenía que ser) es el comisario que dirigió el expediente contra Polonia y Hungría por "no respetar el Estado de Derecho", eufemismo tras el que se esconde la idea de reprender a quienes se alejen del ideario social-cristianodemócrata. El acuerdo no era el mejor para Macron, pero le permitía presentar como una victoria sobre el bloque conservador, fruto de un pacto con los socialistas, la elección de los presidentes de la Comisión (un socialista) y el Consejo (un liberal). A Sánchez le gustó la idea de figurar como muñidor del acuerdo, aunque no tuviera nada que ver con él y se viera obligado a renunciar a que Borrell encabezara la diplomacia europea.

Pero nadie contaba con las víctimas del acuerdo, esos países que no quieren una UE que diga a sus Estados miembros lo que tienen que ser. Me refiero al Grupo de Visegrado (Polonia, Hungría y Chequia) e Italia. Son éstos quienes barrenaron el pacto fraguado por Macron y Merkel y despojaron a Sánchez de su disfraz. Obsérvese que Alemania es el único país que no votó a favor de la nueva presidenta de la Comisión europea, la germana Ursula Von der Leyen, que tiene pinta de ser ideológicamente más próxima al Gobierno de Varsovia que al de Berlín, a pesar de formar parte de éste. Perdida la oportunidad de presentarse con una victoria sólo aparente, Macron exigió para una compatriota la dirección del BCE, privando a Alemania del control al que aspiraba. Lo que no se dice es que jamás lo habría conseguido de no ser por el apoyo de los rebeldes. Christine Lagarde promoverá una política monetaria relativamente favorable a Francia, y como la economía francesa es hoy más parecida a las del Sur y el Este que a la alemana, Italia y los demás rebeldes también se beneficiarán.

Dinamitado el acuerdo, saltó igualmente por los aires el plan de disfrazar a Sánchez como su gran muñidor. Con el fin de no quedar en evidencia, nuestro presidente volvió al plan inicial, hacer a Borrell alto representante de la política exterior europea, para poder traerse a casa algo con lo que ocultar su inanidad. Y ahí tienen a la pobre redacción de El País, que, después de haber despreciado el cargo, ha tenido que nuevamente destacar su falsa relevancia. Sánchez no ha sido en todo este proceso nada. El eje París-Berlín no ha vuelto. Al contrario, han triunfado en términos relativos aquellos que, como Italia y los países del Este, se niegan a ser disciplinados por la ideología izquierdista que ha empapado la Unión Europea en estos últimos años. Y luego se quejan en El País de las fake news.

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