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Emilio Campmany

El historiador leguleyo

La propuesta de una Comisión de la Verdad ha sido presentada en sociedad mediante un artículo en 'El País' de este domingo. Como a Garzón le salen las ideas del magín como si fueran las rastas de Bob Marley, el artículo está dedicado a muchas otras cosas.

Garzón vuelve. Lo hace para apadrinar la recogida de 500.000 firmas que avalen una iniciativa legislativa para crear una Comisión de la Verdad sobre los crímenes franquistas. La propuesta ha sido presentada en sociedad mediante un artículo en El País de este domingo. Como a Garzón le salen las ideas del magín como si fueran las rastas de Bob Marley, el artículo está dedicado a muchas otras cosas. Ante todo, a explicar lo mal que lo absolvieron en el Supremo, que debieron hacerlo, pero de otra manera (no deja de ser curioso que la primera sentencia que el ex juez critique sea precisamente la que lo absolvió, y no la que lo hizo, pero sólo porque había prescrito el delito, ni la que lo condenó). Luego, abomina de la ola de conservadurismo que nos invade y se trompica exponiendo las ideas del movimiento del 15-M, al que no nombra, pero que seguro que ansía encabezar. Y sólo después de haber hecho estas dos cosas, justifica la necesidad de la comisión que promueve.

Naturalmente, la Comisión de la Verdad lo será de la Verdad a Medias. Porque tendrá que olvidar que entre 1936 y 1939 no hubo sólo crímenes franquistas. Podría Garzón haber defendido su sectarismo diciendo que los del otro bando ya fueron sobradamente castigados por la justicia de Franco, aunque ahí esté Carrillo, pitillo en mano, para desmentirlo. Pero no se molesta en hacerlo.

Garzón lo explica muy bien (tomen aire que se pueden quedar sin resuello): “Tampoco debe olvidarse que en nuestra Constitución está regulado el derecho de iniciativa legislativa en el artículo 87 que prevé la posibilidad de que los ciudadanos/as puedan impulsar la aprobación de leyes, como sería la que regulara la creación y desarrollo de una Comisión de la Verdad, por encima de las opiniones de los predicadores de la intolerancia y el desastre y asumiendo una realidad a todas luces imposible de ocultar: la falta de respuesta desde el Estado por la desaparición de más de 150.000 personas entre 1936 y 1951 en España como consecuencia directa de la represión franquista, hiciera un trabajo serio y exhaustivo y diera respuesta a todos los interrogantes que aún penden sobre ese periodo de nuestra historia reciente”.

Lo que Garzón quiere, aunque no estoy seguro de que lo sepa, es cambiar el régimen. Quiere otro que reniegue de la reconciliación y se proclame heredero de la República del Frente Popular. El instrumento sería una ley que proclamara la verdad histórica, la de que la dictadura de Franco cometió unos crímenes horribles y nada se diga de lo que se hizo en el otro lado. Y tiene lógica. Si vamos a ser los continuadores de ese régimen, no vamos a tirar piedras contra nuestro propio tejado.  Qué ganas tengo de ver circular por Madrid los coches incautados con las siglas de la FAI y la UGT pintadas en sus puertas y los maúseres y los puños en alto asomando por las ventanillas. Qué tiempos aquellos tan felices.

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