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Emilio Campmany

El retorno de los dinosaurios

Ahora que creemos padecer los políticos peores de nuestra historia, parecen haberse confabulado para demostrar que los que hubo antes no eran mejores.

En sólo horas veinticuatro, los tres expresidentes que tenemos vivos y en posesión de sus facultades han hablado. Ahora que tenemos la sensación de padecer los políticos peores de nuestra historia, parecen haberse confabulado los tres para demostrar que los que hubo antes no eran mejores.

El primero en hacerlo fue Aznar, dejándose entrevistar por Victoria Prego. Se queja este expresidente de que gente que valdría para la política no se dedica a ella por lo desprestigiada que está hoy esa actividad. Habría que contestarle que quizá fuera más fácil lograrlo si en su partido no se dedicaran a hacer alcaldesas a las mujeres de los expresidentes. Y no se trata de un caso aislado, sino de lo muy extendido que está el nepotismo en ese partido que, según Aznar, es hoy el único con capacidad de vertebración.

Luego lo hizo Felipe González, en un homenaje que su partido le ha rendido con ocasión del trigésimo aniversario del aciago día en que se formó el primer Gobierno socialista. Dice aquél que el PSOE debe recuperar su vocación mayoritaria. O sea, que después de haber destrozado, entre él y su sucesor, la nación, lo que le preocupa a Felipe González es que su partido no gane elecciones, no cuál sea la causa de que las pierda. Podría haber dicho: compañeros, hay que volver al poder como sea, y para eso hay que decir y prometer lo que le guste a la mayoría de la gente, sea lo que sea. Menos mal que estaba ahí Rubalcaba para explicar que el PSOE conserva alguna vocación ideológica. El baranda ha apostado por el "radicalismo reformista", un bonito oxímoron, y ha dicho que el partido es hoy "totalmente anticapitalista". O sea, que hay que volver a convertirse al marxismo. O quizá esté pensando en el marxismo-leninismo. Es una extraña manera de interpretar el consejo de Felipe González, pero, en fin, ellos sabrán. Naturalmente, de los casos de corrupción del Gonzalato, no se dijo en el acto ni una palabra.

Y como éramos pocos, a ZP le ha dado envidia y no ha podido contenerse y ha tenido también que decir lo suyo. Pero a su estilo. Si a González y a Aznar les puede la soberbia de empeñarse en que todo lo hicieron bien y nada mal, a Zapatero le da casi siempre por lo cursi. Entre otras banalidades, ha dicho que necesitan un partido que "mantenga los afectos". Debe de referirse a los "mimitos" que Carme Chacón quiere hacerle a Rubalcaba, o quizá al cariño que él mismo profesa a Bono. Al menos ha tenido el detalle de intervenir y decir unas palabras, para que, a pesar de las muchas limitaciones de los otros dos, bastante más gruesas en el caso de González, ambos se nos aparezcan hoy como gigantes en comparación con él.

Luego, en sus casas, los tres echarán la culpa a otros del desprestigio de la política. 

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