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Emilio Campmany

El soberano impaciente

Armada actuó siempre a las órdenes del monarca y el Elefante Blanco era en realidad, no Armada, sino el mismísimo rey.

La democracia española vive de ficciones. Una de las más notables es la de que el 23-F fue un intento de golpe de Estado planeado por militares franquistas que fue desbaratado por el rey. Hace mucho tiempo que las sospechas que tenían los conspiranoicos de entonces se confirmaron y se sabe que el golpe de Estado se orquestó desde el poder, que en su desencadenamiento tuvo alguna responsabilidad el rey y que quien en realidad lo frustró fue quien lo empezó, el teniente coronel Tejero cuando se negó a que Armada formara el Gobierno de coalición que traía preparado.

Sin embargo, lo que ha revelado ahora Pilar Urbano es mucho más grave. No es que algunos generales exasperados oyeron decir al rey lo que ellos quisieron escuchar pero que en realidad nunca dijo. No es que unos militares monárquicos se lanzaron a dar un golpe convencidos erróneamente de que contaban con el respaldo del rey. No es que malentendieran las quejas y enfados del rey en momentos en que irresponsablemente se desahogó ante sus compañeros de armas. No es que un devoto alto mando se arrogara sin su consentimiento la función de interpretar la auténtica voluntad del soberano. Ni siquiera se trata de que, enterado de lo que estaba ocurriendo, el monarca dejara hacer. Lo que cuenta Pilar Urbano, que lo sabe porque Suárez se lo contó, es que fue el rey quien organizó el golpe de Estado para recuperar parte del poder perdido en la Constitución de 1978.

Sabemos que la autoridad competente, militar por supuesto, que Tejero esperaba que se presentara en el Congreso de los Diputados la noche del 23 de febrero y al que llamaba Elefante Blanco, no era desde luego un general franquista. Pero se nos ha contado que fue Alfonso Armada, un general monárquico, que se subió al carro del golpe en el último momento, tras malinterpretar algunas ambiguas palabras del rey quizá irresponsablemente pronunciadas. Lo que ahora cuenta Pilar Urbano es que Armada actuó siempre a las órdenes del monarca y que el Elefante Blanco era en realidad, no Armada, sino el mismísimo rey.

Pilar Urbano nos está arrancando de los ojos la venda que casi todos nos hemos empeñado en llevar, en esto como en tantas otras cosas, para mostrarnos una cruda realidad que nos negábamos a aceptar. Podría ocurrir que, como dice el editorial de esta casa, fuera mentira. Pero entonces, habría que rebatirlo. Lo que ya no podemos, ni en Zarzuela ni en el resto de España, es mirar para otro lado y hacernos los longuis con eso tan bonito de que siempre será preferible una monarquía a una república. Y ah, que no se me olvide. Felipe González y el PSOE tendrán que dar explicaciones porque, si malo es tener un Jefe del Estado golpista, peor es que lo sea el partido que ha gobernado España la mayor parte del tiempo desde que tuvo lugar la intentona. Esos tampoco pueden irse de rositas.

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