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Emilio Campmany

Golpismo de guante rojo

Freddy está mayor y no quiere tener que esperar más de siete años para volver a pisar moqueta. Y a Joaquín Almunia, que también está mayor, se le hace la boca agua de verse de nuevo henchido y ufano paseando por los pasillos madrileños del poder.

Todos sabemos qué es lo que hay que hacer para que nuestra prima de riesgo baje a límites tolerables. Bastaría reducir drásticamente los días de indemnización por despido, el número de funcionarios o los sueldos que ganan y el número de pensionistas (aumentando la edad de jubilación) o las pensiones que perciben. Sin embargo, esto todavía no se ha hecho, no sólo porque la mayoría de los españoles todavía no está convencida de que haya que hacerlo, sino porque exigiría previamente que políticos y sindicalistas redujeran al mínimo el tinglado del que viven. Ese brutal adelgazamiento del Estado sería un requisito previo indispensable para adquirir la legitimidad necesaria para recortar indemnizaciones, sueldos y prestaciones a los demás. Y naturalmente, se resisten a hacerlo.

Ante esto, los socialistas podrían hacer como Rajoy, esconder la cabeza debajo del ala y esperar a ver si con un poco de rímel aquí y un tanto de colorete allá pasamos el desierto y la economía empieza a remontar sin haber tenido que desmontar el tinglado que da de comer a decenas de miles de ellos. O también podrían, ejerciendo de oposición responsable, exigir del Gobierno la disminución del tamaño del Estado y la implantación de las medidas queinevitablemente hay que acometer. Naturalmente, no hacen ninguna de las dos cosas. Su estrategia no tiene nada que ver con el modo en que pueda España salir de la crisis.

Los socialistas, por un lado, mantienen la presión sobre el Gobierno negándose tanto a modificar el Estado autonómico, ese carísimo invento que ya no podemos pagar, como a emprender ninguna clase de recortes bajo el pretexto de que se trata de conquistas sociales irrenunciables. La política que defienden supone gastar un ciento treinta por cien de lo que ingresamos, lo que no obsta para que ellos no se sientan obligados a explicar cómo financiarían el exceso de gasto. Por otro, desde Bruselas o desde cualquier otro lugar donde tengan acceso a información privilegiada, Joaquín Almunia y los demás socialistas españoles que puedan estar al corriente de lo que se cuece, van filtrando todos los datos perjudiciales de la economía española que el Gobierno va ocultando por hacer como que la cosa no está tan mal como en realidad está.

Esta doble pinza tiene un sólo objetivo, hacer que el Gobierno de Rajoy caiga para que se forme uno de coalición o de técnicos en los que no faltarán socialistas. Freddy está mayor y no quiere tener que esperar más de siete años para volver a pisar moqueta. Y a Joaquín Almunia, que también está mayor, se le hace la boca agua de verse de nuevo henchido y ufano paseando por los pasillos madrileños del poder teniendo que abrirse paso a través de una nube de periodistas mientras desdeña altivo sus micrófonos y grabadoras. Rajoy sólo tiene una forma de evitarlo, que es hacer de una vez lo que tiene que hacer, por doloroso que sea para todos.

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