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Emilio Campmany

González y Aznar, culpables

Son, por supuesto, mucho mejores que Zapatero, Rajoy y Sánchez. Pero eso no les absuelve.

Son, por supuesto, mucho mejores que Zapatero, Rajoy y Sánchez. Pero eso no les absuelve.
Los expresidentes del Gobierno José María Aznar y Felipe González | David Mudarra.

Felipe González y José María Aznar han vuelto a coincidir en un foro para poner a caldo al actual presidente del Gobierno. Naturalmente, el popular ha sido más severo que el socialista, pero en esencia han venido a decir lo mismo. Aparte las metáforas, no muy bien escogidas, como la de los cuchillos en la boca, las habituales críticas a los populismos, la añoranza de un tiempo pasado que, como siempre, fue mejor y las concesiones al lenguaje posmoderno, recurriendo a gobernanzas, resiliencias y performances, lo demás fue lo de siempre. Y, como siempre, tampoco reconocieron la mucha culpa que los dos tienen de lo que está pasando.

Por empezar con quien podría alegar alguna atenuante, Aznar cedió más de lo que debía con tal de ser presidente en 1996 y cortó la cabeza de Alejo Vidal-Quadras, haciendo que el PP desapareciera de Cataluña. La conculcación de derechos civiles de los catalanes que no son nacionalistas creció exponencialmente a partir de entonces y todo se hizo a vista, ciencia y paciencia de Aznar. En cuanto a Felipe González, no sólo cedió ante los catalanistas siempre que necesitó redondear su mayoría, sino que intentó con Pujol algo típico en él, meterlo en la cárcel. No digo que no lo mereciera, pero es una clase de trabajo que, antes de empezarlo, hay que estar decidido a rematarlo. Y encima, cuando perdió las elecciones de 1996, se dedicó, junto con Juan Luis Cebrián, a ver cómo el PSOE podía evitar que volviera a haber una mayoría absoluta de la derecha y decidió que la única salida era suscribir una alianza estratégica con los nacionalistas. Lo que hizo Zapatero y ahora hace Sánchez no es más que seguir el libro de instrucciones que González dejó en alguna estantería de Ferraz.

Está muy bien que se quejen de la deslealtad de los nacionalistas, pero ésta no es nueva. En sus tiempos era bien palpable y ninguno hizo nada por alcanzar un pacto que hiciera del nacionalismo algo irrelevante. Pudieron acordar que ninguno se opondría al otro, sino que tan sólo se abstendrían para que siempre ganara las votaciones el que más votos tuviera, sin tener que recurrir a los nacionalistas. Pudieron arbitrar una reforma constitucional que hiciera que el presidente del Gobierno fuera elegido por sufragio universal directo para evitar depender en la investidura de los votos nacionalistas. Pudieron hacer muchas otras cosas y no las hicieron.

González y Aznar son por supuesto mucho mejores que Zapatero, Rajoy y Sánchez. Pero eso no les absuelve. Que fueran otros los que recogieron las tempestades, y que lo hicieran o lo hagan, como es el caso de Sánchez, muy a gusto, no quita para que quienes sembraron los vientos fueran ellos. Y no sobraría que lo reconocieran o que al menos, cuando coincidan, se lo echaran el uno al otro en cara en vez de intercambiar almibarados halagos.

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