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Emilio Campmany

La amenaza de Iglesias a Casado

Donde los comunistas han llegado al poder, jamás ha habido manera de que lo abandonen por medios democráticos.

Donde los comunistas han llegado al poder, jamás ha habido manera de que lo abandonen por medios democráticos.
Pablo Iglesias | EFE

En la sesión parlamentaria de este miércoles, el Gobierno perpetró multitud de amenazas. El "¡Viva el ocho de marzo!" es una evidente advertencia a los jueces que pudieran considerar que su obligación es investigar si se mantuvo la convocatoria de las manifestaciones a sabiendas del peligro que para la salud pública suponían. La referencia a la "policía patriótica" es asimismo un aviso dirigido a los agentes a quienes los jueces demanden la investigación de los mismos hechos, además de uno más general hacia todos aquellos policías que estuvieran tentados de comportarse de un modo susceptible de ser tenido por desleal. Pero hubo una tercera amenaza, proferida por Iglesias, no por Sánchez, que, ante la brutalidad de las lanzadas por el presidente, ha pasado inadvertida. El vicepresidente comunista le dijo al presidente del PP que jamás sería presidente del Gobierno.

¿Se refería a Pablo Casado como tal o al líder de la oposición? ¿Auguraba el hijo del terrorista del FRAP que el PP se desharía de su actual jefe o pronosticaba que su partido jamás ganaría unas elecciones? Viniendo de quien viene el augurio, es legítimo sospechar que en lo que está pensando Iglesias es en que la derecha no volverá a gobernar en España. Donde los comunistas han llegado al poder, jamás ha habido manera de que lo abandonen por medios democráticos. Entre otras cosas porque los comunistas, de un modo u otro, acaban con la democracia. Lo dice además el vicepresidente de un Gobierno que acusa de golpistas a quienes pretendan que los tribunales evalúen sus indiciarias responsabilidades penales.

Si ese fuera, como es lo más probable, el sentido de la amenaza, lo que se propone Iglesias es controlar todos los resortes del poder hasta hacer materialmente imposible que los social-comunistas pierdan unas elecciones. No están tan lejos de conseguirlo. Si dominan los medios de comunicación que podrían denunciar sus desmanes; si generan la suficiente pobreza para que varios millones de votos dependan de los subsidios que sólo a ellos haya que agradecer; y si impiden bajo amenazas que policías y jueces investiguen los delitos que cometan por el camino, ¿qué impedirá que ganen una elección tras otra?

Encima, este objetivo no es nuevo. El PSOE de Felipe González ya pretendió algo parecido, aunque con la diferencia de que lo que intentaron aquellos socialistas fue moldear la sociedad para hacer de ella una izquierdista crónica. El proyecto descarriló gracias a la enormidad de la corrupción del PSOE. Luego, Zapatero volvió a pergeñar un plan con el mismo fin a base de establecer una alianza estratégica con todos los nacionalistas, una unión que por cierto todavía hoy está en vigor. Nuevamente fracasó porque los socialistas incumplieron todas sus promesas de bienestar al llegar la crisis de 2008. Ahora, sin embargo, el objetivo pretende alcanzarse con tácticas comunistas, mucho más eficaces que las socialistas, y que consisten básicamente en colonizar todo el poder y reprimir la libertad. Esta vez podrían tener éxito. Y lo tendrán si la derecha sigue sin percatarse de a qué se enfrenta.

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